Relatos sociológicos y sociedad. Claudio Ramos Zincke

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Relatos sociológicos y sociedad - Claudio Ramos Zincke

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Gramsci.

      En “Cuestiones de teoría política marxista: una crítica de Lenin”, de 1980, que reaparece en su libro Democracia y socialismo, de 1983, Moulian hace una crítica radical a la forma de uso del pensamiento marxista y leninista. Es una crítica general al congelamiento de las ideas de Lenin, Marx y Engels, convertidos en un “corpus ya establecido de conocimiento”, entendido como ciencia marxista, que es gestionado autoritariamente. Es un conocimiento frente al cual ninguna prueba lógica o confrontación histórica parece capaz de refutar, y cuyo cuestionamiento suele ser calificado como “desviación”. Se plantea la concepción materialista de la historia como una tesis científicamente comprobada. Moulian califica esto como “idolatría de la ciencia” (Moulian, 1980b: 184, 198, 199)52.

      Además de fosilizado, es un pensamiento endogámico, que rechaza la incorporación de conocimientos procedentes de otras tradiciones. Se niega, así, a recibir el aporte de las ciencias sociales. Aislado y convencido de su superioridad, se sostiene en una “hermenéutica exegética” de los textos clásicos de los tres padres fundadores, que se hace en reemplazo de la investigación sobre la historia concreta y los procesos sociales efectivos. Esta ortodoxia marxista-leninista se constituye ya desde 1924-1926, “al ritmo de los procesos de centralización del poder”. Para Stalin, la lucha por imponer su interpretación de Lenin constituye un componente de su estrategia de poder. El leninismo es una narrativa que usa para legitimar su política. Luego será el gran relato de los gobiernos socialistas para justificar gobiernos autoritarios que suprimen la disidencia y anulan toda forma democrática de participación.

      Moulian cuestiona “esa forma sacralizada de la hermenéutica que ha primado en el marxismo como vía de construcción de teoría. Debemos renunciar –dice– a la exégesis, tanto a la de Lenin como a la de Gramsci”. La teoría debe ser realizada no como un saber establecido sino como una crítica. “Nuestras lecturas deben ser irreverentes” (Moulian, 1983a [1980]: 190).

      En “Por un marxismo secularizado”, de 1981, Moulian insiste en su análisis de la dogmatización del marxismo, que lleva a propugnar la existencia de un único marxismo, contenedor de una especie de saber total, con una filosofía general, contraria a la variedad competitiva de ideas que existía hasta el tiempo de Lenin. Esta dogmatización del marxismo se produce en asociación con la constitución de los socialismos históricos, los cuales se valen de esta sistematización ortodoxa para su propia legitimación y para combatir otras formas de pensamiento. Es una teoría convertida en razón de Estado (Moulian, 1981b: 567). Con esto, dice Moulian, Marx, un intelectual crítico, develador, pleno de historicidad, es convertido en el dios de una especie de “religión científica”, frente a la cual se exige fidelidad, condenando los cuestionamientos internos como “desviaciones”. Frente a ese fundamentalismo, es necesario “secularizar el marxismo”. Un marxismo abierto al diálogo, capaz de analizarse a sí mismo, es necesario para avanzar en la lucha por la hegemonía cultural y es necesario para acceder a un socialismo democrático (Moulian, 1981b: 571).

      Lo que en el texto de Moulian de 1975 era una crítica a la conducción y discurso de la izquierda bajo el gobierno de la Unidad Popular, y que se continúa en los textos escritos en colaboración con Manuel Antonio Garretón, a principios de los años 1980 se ha expandido a una crítica sistemática al pensamiento de la izquierda. Por una parte, Moulian lleva a cabo el cuestionamiento teórico al pensamiento marxista leninista, tal como se lo asume en el país, y, por otra, en relación con ello, profundiza históricamente en el pensamiento de la izquierda. Revisa históricamente las narrativas a las que han adherido los partidos de izquierda en el país, desde los tiempos de Recabarren y desde la fundación del Partido Comunista, en 1922, hasta la actualidad. Esto se ve expresado especialmente en trabajos de los años 1982 y 1983, años en los que se produce una coyuntura crítica en la organización política de la izquierda, que se encuentra fragmentada y enfrentada a una dictadura que se ha consolidado. Estos textos de Moulian directa o indirectamente contribuyen a interpretar esta situación.

      El texto “Evolución histórica de la izquierda chilena: la influencia del marxismo” (Moulian, 1982d) tiene como tema central “la naturaleza de los sistemas teóricos en uso por parte de la izquierda: el análisis de su estructura conceptual, su relación con los militantes, su relación con la cultura popular”. Ello en la perspectiva de la construcción de hegemonía (Moulian, 1983a [1982d]: 72). El texto fue presentado, en 1983, en un Seminario de Clacso, realizado en Punta de Tralca, publicado en un libro editado por Norbert Lechner, que recoge los trabajos de ese seminario, e incluido en el libro de Moulian Democracia y socialismo (1983a).

      Aun sin declararlo en esos términos, lo que procuraba hacer era un análisis pragmático del discurso de la izquierda y sus efectos sobre la interpretación de realidad en los integrantes de los partidos. En tal sentido indaga aquí en la teoría marxista en cuanto “teoría en uso” en conexión con el aparato partidario.

      Para orientar su acción, desde la fundación de los partidos de la izquierda chilena el marxismo fue el principal sistema teórico utilizado. Esto, según Moulian, contrastaría con otros países de América Latina, como Argentina y Perú, donde, al menos en los casos de Perón y Velasco Alvarado, habría primado un populismo sin consistencia teórica. En Chile, el marxismo llegó a constituir un componente importante de la cultura política nacional, marcando a las élites partidarias y mundo intelectual de izquierda, pero al mismo tiempo con gran alcance en los sectores populares.

      Así como la DC, para su penetración cultural, contó con el apoyo de los aparatos de la Iglesia, la izquierda tuvo a “intelectuales difusores”, incluyendo el mismo aparato de los partidos políticos (Moulian, 1983a [1982d]: 74).

      La circulación inicial más significativa del marxismo fue por la vía del Partido Comunista, el cual desde el principio, en la década de 1920, se vinculó a la III Internacional Comunista (Comintern), organización comunista fundada en Moscú en 1919 por Lenin y que durará hasta 1943. El Partido Comunista, siguiendo sus orientaciones, se proclama marxista leninista y adhiere a sus postulados, incluyendo el postulado fáctico que el Comintern planteaba en esa época, de que el capitalismo mundial se encontraba en una “fase de crisis aguda”. A través de esa vinculación con la Internacional, el Partido Comunista, que “era todavía una prolongación del movimiento obrero de las salitreras y de las mancomunales […], recubrió superficialmente ese esqueleto con los ropajes de las teorías y polémicas elaboradas en el movimiento obrero europeo”. Desde el comienzo se creó “un hábito de dependencia intelectual y política respecto a las instancias de dirección del movimiento comunista internacional” (Moulian, 1983a [1982d]: 77).

      El Partido Socialista, fundado una década después, en 1933, adopta una postura más flexible del marxismo, como guía teórica, con una orientación nacional popular más amplia que la del Partido Comunista.

      En 1935, cuando ya la Internacional había lanzado la consigna de los “frentes populares”, aceptando la posibilidad de un momento democrático burgués, en vez del paso directo a la revolución, se suman a ella tanto el PC como el PS.

      Moulian analiza múltiples interpretaciones que circulan esos años sobre el estado del capitalismo y las formas correctas de acción, así como los acomodos interpretativos que hacen estos partidos bajo el marco de los gobiernos radicales de Pedro Aguirre Cerda y Gabriel González Videla y luego de Ibáñez. La interpretación teórica no les impide una flexible participación en el Estado, como parte del Estado de compromiso.

      Sin embargo, gradual y crecientemente se rigidizan los esquemas interpretativos. En el Partido Comunista, “desapareció esa tensión de la fase previa, entre las viejas tradiciones ideológicas de origen popular y el marco eurocéntrico que imponía la Internacional. El partido se reorganizó y se eliminaron los vestigios de ese leninismo ‘incompleto’ de la etapa precedente. Asimiló las versiones estalinianas del marxismo-leninismo

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