Relatos sociológicos y sociedad. Claudio Ramos Zincke

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Relatos sociológicos y sociedad - Claudio Ramos Zincke

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y táctica universal del movimiento obrero en la época imperialista”; los convierte, según las palabras del propio Stalin, en “teoría de la revolución proletaria en general” (Moulian, 1978a: 29).

      Esa fijación ortodoxa que hace el estalinismo del marxismo ya estaba en germen en Lenin. Este concibe la obra de Marx como ciencia “acabada”, con potencialidad de proveer todas las respuestas. Con respecto al Estado, materia que será crucial en las discusiones de la izquierda en la segunda mitad del siglo XX, hace afirmaciones generales; así, la necesariedad de la dictadura del proletariado es asumida con tal carácter de ley científica general y Stalin la usará para justificar la represión en la URSS.

      En Lenin, según la lectura de Moulian, hay diferencias entre un Lenin inicial más determinista y de leyes generales y un Lenin del período del Qué hacer, que le presta más atención a diferentes variantes tácticas para la acción dentro del Estado preexistente. Esto, sin embargo, Lenin no lo llega a formular en términos generales, no emerge de ahí una “teoría de la transición legal democrática” (Moulian, 1978a: 35).

      El eurocomunismo, por su parte, plantea un camino diferente al de ese leninismo estalinizado que afirmaba el paso necesario por la dictadura del proletariado. Ello va acompañado de una concepción diferente del Estado, ya no mero instrumento coactivo, en manos tradicionalmente de la burguesía, y luego del proletariado, sino que como una entidad más compleja. Tal complejidad es la que lleva a atender a sus particulares contenidos positivos en referencia especialmente a la “democracia burguesa”. El camino a seguir, por tanto, ya no es la toma violenta del Estado, ese instrumento represivo de las clases dominantes, para usarlo del mismo modo coactivo con el fin de lograr la transformación social radical. El camino es el señalado por Gramsci, de conseguir por la vía ideológico-cultural el apoyo mayoritario a las transformaciones emprendidas, es decir, lograr lo que él llama “hegemonía”, entendida en términos amplios, ideológico culturales y no exclusivamente político institucionales. Esto lleva a redefinir la teoría del tránsito al socialismo, asignándole a la democracia un valor y un rol que antes no tenía, como forma institucional y como criterio normativo.

      La teoría leninista del Estado, con su metáfora del garrote, tuvo enorme influencia. Fue una narrativa con el apoyo teórico del marxismo y con referentes históricos de apoyo que se difundió extensamente por el mundo y marcó también la interpretación que la izquierda hizo de la realidad chilena. Esa teoría anula las diferencias entre tipos de Estado. No tiene capacidad para discriminar, por ejemplo, en la variedad de elementos del Estado de compromiso chileno y sus potencialidades. Limitó, así, el análisis de la llamada democracia burguesa, que fue menospreciada. Afectó el modo de plantear el camino hacia el socialismo, asumiendo un Estado dictatorial y represivo, como dictadura del proletariado, en la que se anulan los derechos democráticos de los mismos trabajadores.

      Es, por tanto, una teoría o una narrativa con gran fuerza pragmática, con repercusiones performativas. Moulian es de los que contribuyen a desmontarla, cuestionarla y armar, de a poco, una teoría o narrativa alternativa. Gramsci es uno de los apoyos teóricos fundamentales. Además, el mismo Gramsci, con su historia política personal, se hace parte, tal como en el caso de Lenin, de la narrativa general. Contribuye simbólicamente a su atractivo, a su fuerza de convicción.

      Este texto sobre el eurocomunismo Moulian lo publica en la revista Estudios Sociales, que es de la Corporación de Promoción Universitaria (CPU), dirigida por la Democracia Cristiana, lo cual revela el interés de Moulian de abrir diálogos hacia ese sector. Polemiza, al mismo tiempo, con Fernando Moreno, un autor de derecha que busca mostrar que el eurocomunismo no es más que el mismo lobo con otro disfraz.

      Esa crítica que Moulian hace a las versiones estabilizadas y ortodoxas del marxismo se repite en varias de sus obras de este período. Junto con la crítica a la concepción del Estado de Lenin, también cuestiona el rol que tales discursos le atribuyen a la ciencia (marxista) y a la vanguardia.

      En Lenin hay un tránsito intelectual entre su obra inicial, que Moulian ve reflejada en Quiénes son los enemigos del pueblo, de 1894, y en el Qué hacer, de 1902. En la primera todavía no hay una distinción nítida entre praxis y estructura, más aún, la primera es subsumida en la segunda. La praxis era un derivado del movimiento de la estructura. El conocimiento de las relaciones de producción provee el patrón explicativo. Ese es el principio explicativo verdadero; cultura, subjetividad e ideología son distorsiones. Prima la base material de intereses y hay una cierta ineluctabilidad del desarrollo social. La ciencia, por tanto, consiste en una operación cognitiva de reducción a esos principios estructurales básicos. Por ello en Lenin no hay una teoría de la ideología y de la cultura. La praxis, así, parece como “la ejecución de un libreto, donde la acción humana realiza lo que la estructura produce como posibilidad” (Moulian, 1978b: 237). Así, tampoco aparece en este libro la idea de partido. El aporte de la ciencia marxista era proveer el conocimiento de las leyes de su desarrollo histórico. Aportaba el conocimiento de esa verdad.

      En el Qué hacer, Lenin reconoce que la situación material de clase no determina directamente la conciencia. La ideología burguesa conforma la conciencia obrera, haciendo que se le oculte su situación de explotación estructural. Su conciencia “espontánea” propendería hacia una búsqueda sindicalista, economicista, de búsqueda de reivindicaciones puntuales –simple lucha por la repartición dentro del marco capitalista–. Esto significa reconocer un ámbito de la praxis que no es mero derivado de la estructura.

      Para superar esa conciencia empiricista se requiere una acción externa que oriente esa praxis, que transforme esa conciencia. Así, “en Qué hacer, la ciencia es un requisito constituyente de la praxis revolucionaria”. Y este conocimiento científico requiere ser importado, llevado a la clase obrera (Moulian, 1978b: 242). Tal rol lo juega la vanguardia, depositaria de la ciencia marxista, que ella interpreta. Se trata de un conocimiento externo a la propia clase51. La política, de tal modo, ya no es mero reflejo de la estructura, sino que un efectivo campo de acción histórica, pero donde los principios de sentido y orientación vienen desde fuera de la acción histórica de las clases. Vienen desde la construcción teórica marxista, interpretada por el partido.

      Con esto, el enfoque leninista es notoriamente opuesto al de Gramsci. “Para Lenin la formación de la voluntad colectiva se hace mediante la difusión de la ciencia: el proceso educativo consiste en vaciar la ideología para introducir la verdad, el conocimiento [marxista]. En [Gramsci] se trata de recoger una acción histórica que tiene ya una dirección, haciéndola llegar hasta donde ella quiere ir sin saber: el proceso educativo es una catarsis, una purificación, donde la acción histórica no cambia su sentido a través del conocimiento de una verdad externa, sino que descubre un sentido interior y previo”. De tal modo, sigue Moulian, “al faltar [en la obra de Lenin] una teoría de la cultura, la concepción de la política revolucionaria se ‘estatiza’. Todo en ella se juega a la conquista previa del poder estatal, a la destrucción del poder enemigo encarnado en aparatos cosificados de dominación. La política se hace fuerza, más que permanente crítica y construcción (reconstrucción) de la sociedad” (Moulian, 1978b: 245, 246).

      Esa oposición tajante entre la conciencia espontánea, prisionera de la cultura burguesa que tiene la clase trabajadora, y la conciencia lúcida del partido tiene consecuencias decisivas para la concepción de la “política revolucionaria”. Servirá de base y justificación para el estalinismo y el control burocrático de los socialismos reales, y llevará a sustituir la experiencia histórica de los sectores sociales populares de otros lugares del mundo por una interpretación maqueteada por modelos teóricos generados en un contexto y momento histórico particular.

      Moulian ve un avance entre el Lenin determinista de 1894 y el de 1902, que le reconoce autonomía a la praxis y visualiza la importancia de los factores culturales e ideológicos. Sin embargo, Lenin no va más allá de ese reconocimiento; no alcanza a hacer una elaboración

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