Relatos sociológicos y sociedad. Claudio Ramos Zincke

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Relatos sociológicos y sociedad - Claudio Ramos Zincke

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el Partido Socialista, por su parte, hacia 1958 ocurre una progresiva leninización, con el paulatino abandono de la perspectiva original, produciéndose de tal modo una zona de concordancia cognitiva con el Partido Comunista. Más tarde, el MAPU, que surge de la Democracia Cristiana, en 1969, también adoptará el marxismo como principal referencia teórica y como método de análisis de la realidad, abandonando la tradición cristiana y las orientaciones doctrinarias de la DC.

      En esa forma, el encuadre teórico interpretativo del marxismo se impone en los partidos de izquierda, se lo valora y privilegia, y se populariza como concepción de la política y de la sociedad.

      Este relato teórico interpretativo genera, según Moulian, un importante efecto de bloqueo de la potencialidad hegemonizadora de la izquierda. En el relato que se difundió, el marxismo fue “una versión reduccionista y simplificadora de la teoría original […] estragada por múltiples subordinaciones a las necesidades políticas, a la razón de partido o de Estado”, sin capacidad articuladora “para integrar dentro de su visión del mundo otros elementos culturales de base popular”. No permitía “vincularse, de una forma flexible, con los elementos fecundos de la experiencia popular”. No posee “capacidad hegemónica expansiva” (Moulian, 1983a [1982d]: 94, 95).

      Por otra parte, su forma de producción descansa en dos tipos de trabajo intelectual. Uno, de aclimatación de categorías, realizado por “intelectuales secundarios”, que fueron simples adaptadores de un discurso, cuyos elementos estructuradores ya estaban formulados. Esto es lo que Moulian llama “elaboración secundaria”. El otro tipo de trabajo intelectual era la mera adopción acrítica, en una postura “fideísta”, de las ideas transmitidas por el partido a través de sus intelectuales secundarios. A través de estos “intelectuales pasivos” lo “teórico” se popularizaba en la forma de principios de fe. “La relación cognitiva del militante con la realidad se hacía bajo la forma de una adhesión ‘fideísta’ [a un sistema de creencias]. Se suponía la existencia de una ‘revelación’ que se materializaba en ‘textos sagrados’ y exigía la intervención de ‘intérpretes legítimos’” (Moulian, 1983a [1982d]: 95, 96). Con ello, insiste Moulian en la caracterización cuasi teológica que, como hemos visto, ha hecho en otros de sus textos sobre la forma que asume el marxismo. En tal tipo de proceso productivo no tenía cabida un trabajo reflexivo e investigativo de carácter crítico. El cuestionamiento condenatorio que hace Moulian es categórico y contundente.

      Entre los componentes de tal sistema de creencias que fueron generalizándose durante la década del 1960 Moulian menciona: “la creencia de que el marxismo constituía la ciencia única o el método de todas las ciencias; la creencia en la necesidad de la ‘hegemonía obrera’ en todas las etapas de la revolución democrática, lo cual significaba la dirección de los ‘partidos obreros’; la creencia de que el socialismo se definía como ‘dictadura del proletariado’ y que esta era per se la democracia más perfecta; la creencia de que el principio constituyente del ‘partido de vanguardia’ era la adhesión al marxismo-leninismo más que la capacidad de dar sentido a las luchas populares; la creencia de que los ‘socialismos históricos’ eran reales”. De estas creencias se derivaban otras hasta tener un relato completo sobre la acción política que servía de orientación cognitiva y normativa para los partidos y sus periferias.

      Ese cuadro se acentúa en los años 1960. Desde aproximadamente 1958 el relato sobre el fundamento teórico de la izquierda se homogeniza y se produce su difusión ampliada. “Se profundiza el carácter ‘leninista’ de la teoría en uso por parte de la izquierda y las pautas de adhesión ‘fideísta’ por parte de los militantes encuadrados en los partidos. La izquierda acentúa su carácter obrerista y su discurso clasista, así como desarrolla su perspectiva anti reformista […]. La izquierda se enclaustró en un tipo de discurso que oponía reforma y revolución”. Esto dificultaba aglutinar fuerzas y llevaba a “pensar el ‘gobierno popular’ como una preparación de la ruptura revolucionaria” (Moulian, 1983a [1982d]: 96).

      Todo esto es el camino preparatorio para lo que ya a fines de 1973 Moulian diagnosticaba como causa del fracaso de la Unidad Popular. Ahora, a principios de los años 1980, ha rastreado todo el recorrido del discurso de la izquierda que lleva a la rigidez interpretativa de ese momento. Muestra la historia de la construcción de ese relato y la operatoria partidista en la cual se ha gestado. De tal modo, Moulian desmonta tal discurso, junto con procurar contribuir a la elaboración de uno alternativo.

      Por otra parte, “la eficacia ideológica de la izquierda no provenía del marxismo como sistema teórico, sino de la capacidad simbolizadora que adquirió el discurso obrerista y anti reformista dentro del sector más radicalizado del ámbito popular […]. Dicho discurso operaba como principio de identidad”, configuraba el sector popular consciente. “El discurso marxista en uso sirvió para separar lo popular-revolucionario-obrero de lo popular-reformista-pequeño burgués” (Moulian, 1983a [1982d]: 97). Este discurso crea ideas fuerza que forjaban identidad, ejes estratégicos de significación: lucha popular; emancipación, justicia social; igualdad, democratización real; libertad efectiva. A ello se suma la elaboración artística –Neruda, Violeta Parra, los Quilapayún– y el heroísmo de las luchas populares –Santa María de Iquique, Ranquil, Ramona Parra, etc.–. Estos elementos de memoria colectiva tendrían más efectividad que elementos del marxismo teórico supuestamente fundante.

      Esta contrapartida positiva de la crítica que hace Moulian al pensamiento de la izquierda no asume, sin embargo, un rol central en la narrativa que construye. En ella lo central es esa rigidización de la teoría marxista en uso y los bloqueos que genera en la acción de los partidos de izquierda.

      Un texto en el cual reaparece la mayor parte de los cuestionamientos que ha estado haciendo es “Sobre la teoría de la renovación”, de 1982. Este texto es relevante en el trabajo que el mismo Moulian hace con su obra de comprimirla y exponerla en una forma que facilita la aprehensión de sus ejes centrales y su reiteración y difusión. Este texto fue presentado en uno de los encuentros de la izquierda en el exterior, en la perspectiva de discutir su renovación política: el encuentro de Chantilly, realizado en septiembre de 1982, en las cercanías de París, organizado por el Instituto para el Nuevo Chile. Este instituto, radicado en Holanda y bajo la dirección de Jorge Arrate, buscaba contribuir al diálogo en la oposición y a la renovación del socialismo. El encuentro congregó a más de un centenar de profesionales e intelectuales provenientes de Chile y del exilio. Entre los expositores también estuvieron Brunner y Eugenio Tironi. Este texto, además de haber sido presentado en Chantilly, apareció en un dosier de la revista Chile-América que circulaba internacionalmente, difundiendo la crítica a la dictadura desde el exilio, y posteriormente en el libro Socialismo: 10 años de renovación. 1979-1989: El adiós al marxismo-leninismo, publicado en 1991, que, en su acumulación de textos, muestra la propagación de esta crítica al pensamiento de la izquierda realizado desde dentro de la izquierda y del cual Moulian es uno de los autores cruciales.

      Este texto aborda el problema de la renovación teórica que requiere hacer la corriente de la Renovación Socialista. Esta consistió, en palabras de Manuel Antonio Garretón, en un proceso “teórico y práctico, de crítica al socialismo de corte clásico vivido por la izquierda hasta 1973 y de reformulación y actualización de su bagaje intelectual y político” (Garretón, 1991: 52). Moulian, en ese escrito, diagnostica los errores de las concepciones marxistas aplicadas en Chile durante la Unidad Popular, que llevaron a una apreciación errada de oportunidades, posibilidades y peligros. Al respecto, reitera que la línea rupturista desconocía el efectivo carácter del Estado chileno, en cuanto Estado ampliado, articulador de intereses y con una cultura de compromisos. Además, esta línea proponía acciones radicales para las cuales no contaba con apoyo militar ni fuerza propia. La otra línea tenía contradicciones internas. Suponía poder movilizar a las capas medias bajo dirección obrera. Según Moulian, la fuente teórica de esto es la concepción bolchevique de la alianza obrero-campesina. De tal modo, “el fracaso de la Unidad Popular no se debió a la pura crisis de dirección que impidió que se realizara a fondo la estrategia

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