Relatos sociológicos y sociedad. Claudio Ramos Zincke

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Relatos sociológicos y sociedad - Claudio Ramos Zincke

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histórico concreto. “Conducía sin remisión a una crisis estatal, porque con él no se podía organizar un bloque nacional-popular compatible con la profundidad del programa de cambios” (Moulian, 1991e [1982i]: 111, 112). Al respecto, Moulian llama a asumir esta “responsabilidad histórica”, conjuntamente con la “capacidad de automodificación” (Moulian, 1991e [1982i]: 106), la cual se hace especialmente relevante atendiendo a la nueva coyuntura crítica que se enfrenta.

      La segunda línea argumental del texto es la crítica a los marxismos en uso, que antes había hecho en varias de sus obras, y que ya hemos expuesto. Destaca que desde la década de 1960 primó un marxismo-leninismo que representa la forma soviética de teorizar los problemas de la revolución y de la transición. Además, se impuso la idea de un único marxismo, al cual se le atribuían virtudes de cientificidad absoluta. De esa idea de ciencia (marxista) como saber absoluto se deriva una noción de partido de carácter iluminista. El partido es el portador de la Verdad, exterior a la práctica de una clase concreta y particular, y el vigilante de esa Verdad (Moulian, 1991e [1982i]: 109, 110). El marxismo le proporciona a la clase obrera los recursos cognitivos que necesita para luchar por la transformación de la sociedad, y el partido le transfiere esos recursos cognitivos. Esta concepción frena la criticidad, se opone al pluralismo político, favorece la centralización burocrática y se opone a la libertad política. Así, junto con un discurso libertario, contiene elementos totalitarios. Todo esto, por tanto, es lo que requiere ser repensado. Es un requisito necesario para el esfuerzo de “renovación socialista”.

      Junto con los textos que recoge en Democracia y socialismo (1983), otro texto suyo, “La crisis de la izquierda” (Moulian, 1983e), se puede decir que termina de enlazar este tejido interpretativo crítico sobre el discurso operante de la izquierda, conectándolo con la situación en ese momento. Aparece en un libro, Chile 1973-198?, que congrega a un conjunto de autores que han estado investigando sobre la realidad social chilena bajo la dictadura: Brunner, Eugenio Tironi, Manuel Antonio Garretón, Augusto Varas, Pilar Vergara, Sergio Gómez y otros. Originalmente estos artículos fueron publicados en la Revista Mexicana de Sociología, en 1982. En su presentación al libro, Norbert Lechner lo califica de texto con “importancia histórica”, que documenta la “recomposición intelectual e institucional del trabajo sociológico en Chile”. Sería, según Lechner, junto con el dosier preparado por la revista Chile-América (donde ya hemos visto que también se incluían trabajos de Moulian, Brunner y Tironi), “la primera obra colectiva de sociología hecha en el país después de 1973”. Ajeno a algún toque de exageración que pueda haber en las palabras de Lechner, sin duda que estos textos eran aportes importantes e insumos demandados en el debate del momento, en el cual la izquierda aún no salía del período de tinieblas a que la había llevado el golpe y, luego, la efectividad disciplinaria y hegemónica de la dictadura.

      Este texto sostiene la existencia de una crisis de la izquierda, que se expresa en una marcada fragmentación organizacional, política y de interpretación sociopolítica, frente a un régimen dictatorial que se ha institucionalizado, que ha profundizado su programa económico de reformas liberales y que ha despolitizado a la sociedad.

      En las raíces de esta crisis de la izquierda, según el análisis de Moulian, están fundamentalmente los factores que él ha estado señalando críticamente: (1) Concepción estatista de la política, con partidos populares asociados desde el inicio al Estado de compromiso y a sus posibilidades y restricciones. Esto lleva a una “concepción cupular” de la política y a una “movilización institucionalizada de masas” (Moulian, 1983e: 308). (2) Una relación de mitificación o culpabilidad con el período de la Unidad Popular, en lugar de análisis de errores y responsabilidades políticas, entre los que se cuenta la “obsesiva creencia en la actualidad inmediata del socialismo”. El fracaso fue así el “efecto catastrófico de la aplicación parcial y defectuosa” de la estrategia del tránsito al socialismo mediante profundización democrática (Moulian, 1983e: 309). (3) Los falsos diagnósticos del autoritarismo, que le atribuyen debilidades que en la práctica no se constatan y que comprenden la complejidad del proyecto que ha estado instaurando el régimen militar. (4) Líneas políticas irreales, sea en una perspectiva militarista, como la asumida por el Partido Comunista en 1980, sea esperando una fragmentación del bloque dominante. Ambas subvaloran “la capacidad de penetración cultural o de disciplinamiento social que ha conseguido la dictadura”. La línea militar, a su vez, carece completamente de análisis comparativo de recursos que pudiera avalar la viabilidad de tal forma de acción (Moulian, 1983e: 312, 313). (5) El tradicionalismo teórico marxista, que ha estado detrás de las insuficiencias de comprensión. (6) La concepción centralista, burocrática e iluminista del partido, que no elabora la experiencia práctica de las masas.

      Todo eso, dice Moulian, lleva a “una forma anacrónica de hacer política que no se adapta a las nuevas condiciones de la dominación burguesa”. Se manifiesta en una perspectiva “agitativa” y cortoplacista de la política, con una visión partidista que no atiende a las dinámicas del movimiento social y que manifiesta debilidad en el trabajo cultural (Moulian, 1983e: 315, 316).

      Lo referente a la concepción estatista o estatizante de la política es un rasgo que ha reiterado en la caracterización de la actividad política de la izquierda. En este texto comienza a hacerlo con una acentuación crítica. Puede verse en esto un germen de los cuestionamientos que hará en la década siguiente, dirigidos específicamente a la Concertación.

      Aproximadamente desde 1978, Moulian emprende un trabajo de investigación similar al llevado a cabo con respecto a la Unidad Popular, ahora con respecto al régimen militar en el período 1973-1978, concentrando la atención en la política económica. Este trabajo lo realiza en colaboración con Pilar Vergara, quien es licenciada en sociología de la Universidad Católica de Chile y tiene un Magíster en Ciencias Económicas de Escolatina, de la Universidad de Chile. Ella había trabajado en el Ceren y en Ceplan, convertido luego este en Cieplan. Esta investigación se hizo como parte de un proyecto sobre “Políticas de estabilización en América Latina”, y contó con financiamiento de la Fundación Ford, IDRC, Sarec y SSRC.

      Una presentación detallada de resultados se encuentra en “Políticas de estabilización y comportamientos sociales: La experiencia chilena, 1973-1978”, publicado en Cieplan, en noviembre de 1979. Este es un minucioso trabajo de revisión y análisis, desplegado en 200 páginas. En él Moulian y Vergara revisan las medidas económicas tomadas por el régimen y las reacciones que generan en empresarios en general, agrupaciones empresariales, grandes empresarios, dirigentes sindicales, empresarios agrícolas, confederaciones de la industria y del comercio, y otros. El objetivo analítico es “examinar las diferentes fases de la política económica entre septiembre de 1973 y marzo de 1978, desde el punto de vista de los determinantes sociopolíticos de las diferentes medidas aplicadas y las respuestas societales suscitadas” (Moulian y Vergara, 1979a: 2). Las fuentes de información son documentos, especialmente del Banco Central, y prensa, destacadamente El Mercurio, y revistas de opinión, como Ercilla, Hoy, Qué Pasa y Política y Espíritu.

      Una interpretación general la expondrán en un texto siguiente, “Estado, ideología y políticas económicas en Chile: 1973-1978”, también de 1979. Allí, los autores caracterizan como revolucionarios los objetivos del régimen autoritario. En el período toma forma la modernización capitalista radical que la burguesía en Chile no había emprendido. La crisis de la industrialización sustitutiva de importaciones había provocado un estancamiento, pero la protección estatal aseguraba elevadas tasas de rentabilidad. Es recién bajo la Unidad Popular que los sectores dominantes comienzan a percibir la necesidad de una revolución burguesa (Moulian y Vergara, 1979b: 66, 67). La política económica del período pasa por un proceso de progresiva radicalización, cuyo punto crucial, según Moulian y Vergara, fue la aplicación del programa de shock, en abril de 1975, que da cuenta de la progresiva asunción de un proyecto de refundación capitalista. Así, dicen los autores, “nuestra conclusión principal es la imposibilidad de entender la lógica del proceso

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