Relatos sociológicos y sociedad. Claudio Ramos Zincke

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lealtades. Estamos en otro plano. Y Tomás en eso tuvo una importancia muy grande y nosotros como dirección política íbamos más atrás de ese pensamiento…”53. Es una apreciación que se repite en otros entrevistados y actores políticos de la época.

      Tal incidencia de la narrativa de Moulian es parte de una acción y elaboración intelectual colectiva. Los aportes de Moulian, que aquí hemos detallado, junto con los de Brunner, que revisaremos en el capítulo siguiente, y que en esta época son complementarios a los de Moulian, aunque destacados, son componentes de una amplia red de actores, de académicos, políticos, centros y revistas54. El efecto que logran es derivado de la combinación interactiva de todos ellos. Por un lado, está la acción de los otros integrantes de la Flacso, donde destacan Norbert Lechner y Manuel Antonio Garretón. Por otro, la de integrantes de otros centros, como SUR –donde en esta época trabajan Gabriel Salazar, Eugenio Tironi, Vicente Espinoza y Javier Martínez–, Vector, ILET, CED –donde estaba Gabriel Valdés–, el CERC, Cieplan, etc. Adicionalmente, está la acción de los centros en el extranjero, como el Instituto para el Nuevo Chile. Entre las revistas, están Análisis, Apsi, Krítica, Convergencia, Mensaje y Chile-América55.

      Puryear (1994: x), en su libro sobre los intelectuales y el proceso político chileno entre 1973 y 1988, habla del “extraordinario rol jugado por los intelectuales en el proceso de transición a la democracia”, el cual sería distintivo del caso chileno. Según él, no es usual que los intelectuales, término con el cual se está refiriendo básicamente a los científicos sociales, asuman tal relevancia como la que tuvieron en el proceso de renovación socialista, tránsito a la democracia y primeros gobiernos de la Concertación. Entre 1973 y 1984, una vía destacada del debate político de la oposición tomó lugar a través de la academia, de los centros académicos independientes que se habían constituido en el país, con apoyo del financiamiento internacional. Flacso, donde primaba un grupo relacionado con el MAPU Obrero Campesino, fue uno de los más importantes. Otros de ellos fueron Sur, con vínculos al MAPU Garretón; Cieplan y CED, asociados a la Democracia Cristiana, ILET y ECO (Educación y Comunicación). La circulación de ideas en estos centros tuvo efectos significativos en la cúpula política de la transición (Puryear, 1994; Walker, 1990; Moyano, 2011; Gárate, 2012b).

      La crítica, con base en investigaciones, elaborada de manera sistemática en centros como Flacso y SUR, contribuyó de manera importante a la renovación del pensamiento de la izquierda, al proceso llamado de “renovación socialista”, desde poco después del golpe. Luego de 1979 estos intelectuales también aportarán a las rearticulaciones organizativas de la denominada “convergencia socialista”. Estos procesos han sido investigados en diversas obras, entre ellas las de Moyano (2010, 2011), Puryear (1994), Valenzuela (2014a, 2014b)56. Hay ciertas coincidencias básicas entre estas investigaciones, en cuanto a mostrar la incidencia que tuvo en ellos la labor intelectual realizada en estos centros académicos, en los cuales Moulian y Brunner son actores destacados. Los investigadores de esos centros someten a crítica las posiciones ortodoxas de la izquierda, aportan nuevas elaboraciones, orientan la reflexión y el debate de la “renovación socialista”. De hecho, producen la mayoría de los análisis y documentos que alimentan la discusión, participando directamente en los debates (Puryear, 1994: 62).

      Esta labor intelectual en el campo político se ve facilitada, además, porque una buena parte de estos investigadores tienen roles políticos, de mayor o menor envergadura. Manuel Antonio Garretón y Ángel Flisfisch, por ejemplo, integran el Comité Central del Partido Socialista; Moulian y Brunner tienen militancia activa; otros como Tironi han tenido cargos y responsabilidades en las estructuras partidarias. Y, poco después de este período de los 1980, un gran conjunto de ellos, como Ricardo Lagos, Alejandro Foxley, Enrique Correa, Jorge Arrate y Brunner, pasarán a ocupar cargos de alto nivel en la conducción estatal bajo los primeros gobiernos de la Concertación, llevando consigo ese conocimiento acumulado, siendo portadores de las narrativas generadas; ostentarán esa doble condición de experto o intelectual y político, que ha sido sintetizada con el término de tecnopol.

      Puryear, en su investigación realizada muy cercanamente a los acontecimientos de esos años, recoge la magnitud del efecto generado por esos entrecruzamientos entre la labor intelectual y la labor política. Algunas citas de las entrevistas que realiza lo expresan:

      “Los líderes del socialismo renovado fueron inspirados básicamente por ideas provenientes de Flacso. De tal modo, los intelectuales tuvieron una enorme influencia en política” (Edgardo Boeninger, entrevista 29 de enero, 1991).

      “Este sector renovado, que fue quizás una minoría en términos de la cantidad de militantes comparado con el otro sector, donde la presencia de intelectuales en su liderazgo era mínima, llegó a ser exitoso… porque impuso sus ideas, [por] su capacidad de articular un nuevo pensamiento socialista, una nueva imagen socialista –más pragmática y realista, más sintonizada con el sentimiento popular… Creo que esa presencia de intelectuales, esa capacidad de visión, nos permitió terminar siendo la fuerza principal” (Heraldo Muñoz, entrevista 19 de agosto, 1991).

      “El Partido Socialista cambió completamente su discurso debido a que un grupo de intelectuales –sociólogos, filósofos, historiadores– en parte haciendo eco de la discusión europea, pero básicamente abordando seriamente el problema de la democracia, comenzó a cuestionar las bases del pensamiento marxista leninista y comenzó a construir una nueva versión de la política de izquierda para el país” (Javier Martínez, entrevista 6 de marzo, 1991).

      “Estoy absolutamente convencido de que el tipo de transición que tuvimos –el tipo de gobierno que tenemos– no habría sido de ninguna manera lo mismo sin la existencia de estos centros privados de investigación” (Sergio Bitar, entrevista 16 de enero, 1991).

      “Los intelectuales fueron la fuente de acuerdos de política que más tarde constituyeron la plataforma de la oposición para la elección presidencial de 1989. […] La ‘ideología’ de la Concertación, si ese es el término, fue elaborada en un largo proceso por intelectuales en los centros de investigación […]” (Alejandro Foxley, entrevista 14 de marzo, 1991).

      “La estrategia seguida por la Campaña por el No estuvo basada sobre un diagnóstico de la sociedad chilena elaborado durante años por la comunidad de las ciencias sociales. El triunfo de esa opción en el plebiscito reveló que su interpretación era correcta” (Eugenio Tironi, La invisible victoria, 1991)57.

      Tanto la obra de Moulian como la de Brunner, así como la participación activa de ambos en presentaciones y debates, fueron insumos importantes para los procesos de “renovación socialista”, de reformulación y rediseño del marco intelectual y de las orientaciones prácticas dentro de la izquierda, y otro de carácter más orgánico, de reunificación del campo socialista. Son dos procesos que ocurren articuladamente aunque, como señalaba Garretón (1987), conviene diferenciarlos analíticamente. Ellos preparan el terreno para la unión de la oposición frente a la dictadura en el plebiscito de octubre de 1988, donde triunfa el No, lo que dará paso, un año y cuatro meses después, a los gobiernos de la Concertación.

      Junto con la acción de tales centros, fueron influyentes otros entes colectivos: las revistas, que servían como espacios de debate, tanto para quienes estaban dentro del país como para aquellos en el extranjero. Entre las de difusión más amplia están APSI, vinculada originalmente al MAPU OC y luego al Partido Socialista de Núñez y Arrate; y Análisis, revista abierta tanto a la izquierda como a la Democracia Cristiana y, por ende, lugar de debates (Valenzuela, 2014a: 82). Ambos medios lograron alcance nacional y difusión masiva. Entre las revistas con alcance más limitado se encuentra Convergencia, lugar de expresión de las corrientes renovadoras del Partido Socialista, con fuerte vocación latinoamericanista. Convergencia primero fue publicada en México, entre 1981 y 1983; luego en Chile, desde 1986 hasta 1991. Buscaba ser un espacio de diálogo para los diferentes sectores de la diáspora socialista interesados en la reintegración. Atendía al debate internacional: en ella se debatía sobre la experiencia

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