Relatos sociológicos y sociedad. Claudio Ramos Zincke

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Relatos sociológicos y sociedad - Claudio Ramos Zincke

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instrumentales, como un recurso para la toma del Estado. “Aunque no existe una clara visibilidad histórica de la conexión, socialismo y democracia no pueden ser pensadas como categorías separadas, sino como partes de un mismo movimiento de emancipación. Así, el elemento democrático debe ser concebido como constitutivo de un orden político socialista, de modo que ningún imperativo de la necesidad aniquile la libertad como requisito” (Moulian, 1977a: 31).

      Lo anterior, apunta Moulian en ese texto de 1977, hace necesario emprender la crítica de la tradición teórica de la izquierda en la materia, tarea que, como hemos visto, él mismo emprenderá trazando el recorrido histórico que lleva a la desvalorización de la democracia, tildada de democracia burguesa.

      Según Moulian, este nuevo proyecto debe entender la política como búsqueda racional de consenso. “La política […] como el reino de la razón mucho más que como el reino de la astucia o de la fuerza”. El socialismo, así, “será el resultado de un constante esfuerzo de hegemonía, de una obstinada batalla por convencer-persuadir sobre la racionalidad del socialismo como creación de libertad”. La política se plantea como “adquisición de conciencia sobre la relación entre libertad, democracia y socialismo”. Por otra parte, debe incluir una perspectiva utópica, “como realización de grados cada vez mayores de democracia, por lo tanto como proceso que debe conducir al socialismo, concebido como sistema que permite la máxima libertad real de todos” (Moulian, 1977a: 33).

      Será así “el consenso obtenido [el que determinará] en cada momento los límites del programa de cambios”. Muy consciente de las limitaciones que tuvo el Estado de compromiso y la política frentista, Moulian advierte que “la obtención del consenso representa mucho más que la articulación de intereses económicos y políticos […]. No se trata de un simple acuerdo de intereses, sino de un pacto social en función del cambio concertado”. Recordando la situación del campesinado, agrega que “es evidente que el consenso como pacto social no permite la existencia de clases excluidas dentro del campo político”. Por otra parte, en cuanto al procedimientos, “el consenso debe ser el fruto de una abierta discusión de masas que las direcciones políticas solo deberían sintetizar” (Moulian, 1977a: 34) y debería buscar la formación de bloques movilizables y unificados.

      En varios textos publicados entre 1980 y 1981 reflexiona en torno a estas ideas, teniendo de trasfondo histórico la tensión dentro de la izquierda: por un lado, grupos embarcados en la “renovación socialista” y, por otro, sectores que vuelven a asumir la línea rupturista militar, ahora apoyada por el Partido Comunista. Algunos de estos textos serán presentados en foros de debate en el exterior, en México y Perú (Lima), a donde concurren militantes de la izquierda en el exilio.

      En “Dictadura, democracia y socialismo” (Moulian, 1980a), publicado en Umbral, revista de difusión política del MAPU, analiza el menosprecio de la democracia que se fue desarrollando en la izquierda, hasta llegar a concebir las reivindicaciones democráticas como una contaminación reformista, lo cual se expresó durante el período de la Unidad Popular.

      Posteriormente, el discurso de la izquierda habría experimentado cambios, según Moulian. Entre ellos señala: la importancia asignada a los derechos humanos y a la libertad política; la revaloración de la democracia como espacio de lucha política, en torno a reivindicaciones populares, y como espacio de lucha por la hegemonía ideológico cultural; la reevaluación, aunque con ambigüedades y tensionamientos, de los socialismos históricos. Un aspecto central es la revaloración de la democracia. La izquierda había perdido de vista todo lo que ella permitía, lo cual, por lo demás, había sido fruto de una larga historia de luchas sociales durante el siglo XX. El relato teórico leninista, ampliamente divulgado y asimilado, había llevado a ver la democracia como mero instrumento de la burguesía, sin valor de por sí.

      Tales cambios, dice Moulian, ocurren asumiendo una nueva “historicidad”. Tres elementos se conjugan en la articulación del nuevo relato que emerge: (1) las redefiniciones teóricas y políticas derivadas del análisis del fracaso de la Unidad Popular; (2) la experiencia del régimen militar, con sus manifestaciones de represión y pérdida de libertades políticas; (3) el cuestionamiento a nivel internacional a los socialismos históricos que se desarrolla desde los años 1960, y que pone en duda su carácter de modelos (Moulian, 1980a: 15, 16).

      Aquí está afirmando como hecho, como transformación producida, aquello que, precisamente a través de sus textos, está tratando de contribuir a que se produzca. La afirmación de su efectiva consumación contribuye a darle más fuerza performativa, en un texto que no es de carácter académico, sino que está destinado a la masa de los militantes. Moulian está, en este texto, en la función de divulgador de sus propios planteamientos.

      En “Crítica a la crítica marxista de las democracias burguesas”, publicado en 1981, en Desco, Lima, y presentado en un seminario en dicha institución, critica la versión marxista leninista que reduce el Estado a un aparato de fuerza y que no permite comprender las posibilidades contenidas en las formas históricas de democracia burguesa. La concepción instrumental del Estado, que lo identifica con la voluntad de la clase dominante, impide captar que el Estado democrático moderno incluye complejas luchas de hegemonía. El uso de esta concepción de Estado como dictadura ha servido para justificar, en la URSS, la centralización del poder, la desaparición de los Soviets, y racionalizar la ausencia de libertades políticas (Moulian, 1981a: 50-52).

      En contra de esa visión, Moulian destaca que en los Estados democráticos las clases subalternas están en condiciones de conseguir espacios para constituirse como sujetos políticos y para desarrollar un proyecto popular nacional que tenga capacidad para articular las concepciones e intereses de otros sectores sociales, es decir, que pueda desarrollar capacidad hegemónica. Con ello, cabe concebir al socialismo como “el resultado de la lucha del movimiento popular por la profundización de la democracia, más que como resultado de un asalto del poder” (Moulian, 1981a: 56).

      En “Democracia, socialismo y soberanía popular” (1981c), presentada como ponencia en un seminario organizado por CIDE, en Ciudad de México, entre octubre y noviembre de 1981, cuestiona la asunción, típica de los socialismos históricos, de concebir la soberanía popular como ya real, como ya realizada, por virtud de la mera presencia de la clase proletaria en el poder, en lugar de percibirla como una empresa por realizar y por ende como tarea de una lucha política continua. En el caso de la URSS, hasta 1930 se admite todavía discrepancia y debate político dentro del partido. Después, se elimina toda discrepancia. Los peligros totalitarios de esto serán objeto de las tempranas críticas de Rosa Luxemburgo a Lenin. La libertad política, dirá ella, es el correctivo a las imperfecciones congénitas de las instituciones sociales (Moulian, 1981c: 7-15).

      En una segunda ponencia en el mismo seminario, luego publicada como artículo en San José de Costa Rica, “Dictaduras hegemonizantes y alternativas populares” (Moulian, 1981d), resalta la necesidad que hay, para definir la alternativa de la izquierda, de atender a las características asumidas por el régimen militar. El bloque dominante que hasta el gobierno de la Unidad Popular había sido incapaz de consolidar un proyecto de modernización capitalista y que había mantenido las tensiones entre el sector agrario latifundista y el urbano industrial, ahora se articula en torno al régimen militar y a su revolución capitalista, que modifica drásticamente las relaciones entre el Estado y la economía, y que gradualmente va articulando un discurso justificatorio con potencialidades legitimadoras. Hasta ese momento los relatos generales sobre la sociedad habían sido el de la transición al socialismo, de la izquierda, y el de la reforma o de la “revolución en libertad”, de la Democracia Cristiana. Esos eran los discursos portadores de alternativas de sociedad. La derecha no había articulado nada parecido. Existía un arrinconamiento ideológico cultural de las clases dominantes.

      Esta instalación ya duradera del régimen militar ha generado la despolitización de la sociedad por la vía fáctica del desmantelamiento de la antigua institucionalidad política democrática. Pero al mismo tiempo ha ido extendiendo

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