Relatos sociológicos y sociedad. Claudio Ramos Zincke

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académica y de gestión –hacerse cargo de la dirección de la Flacso–, Brunner retorna al país, “cuando estaba en plena redacción de la tesis”, aún sin haber completado formalmente el doctorado82. Terminar la tesis y dar el examen no habría representado dificultad intelectual para Brunner, pero su prioridad estaba en asuntos más sustantivos que ese cumplimiento oficial. Había realizado los estudios proyectados y había tenido una intensa actividad intelectual. Esos no eran tiempos en que tener el certificado del grado fuera materia de preocupación como lo será tres décadas después. Eran otras las prioridades. Es así como Brunner, al igual que Moulian y Garretón, volverá de su estadía de estudio sin el grado de doctor. Ya vimos que Moulian detuvo sus estudios de doctorado para volver y sumarse al proceso de la Unidad Popular, y después nunca se preocupará de sacar el grado, sin que ello le inquiete en lo más mínimo. Garretón vuelve en 1969, y prontamente se encargará de la dirección del Ceren y de diversas actividades políticas, y solo mucho después, en 1994, ya con una trayectoria de investigación recorrida, dedicará atención y tiempo a sacar el grado de doctor. Algo semejante hará Brunner, 30 años después, en una época en que el doctorado se ha convertido en certificación casi obligatoria para acreditar el estatus académico.

      En su trayectoria de estudios son numerosos los vínculos que Brunner establece, gran parte de los cuales dan pie a mucho diálogo, intelectual y político, y algunos permanecerán hasta la actualidad. Algunos son con amigos de juventud, como Carlos Catalán, con quien compartirá la trayectoria en el movimiento estudiantil, labores académicas en Flacso y, más tarde, diversas colaboraciones intelectuales. Establece numerosos vínculos con dirigentes estudiantiles, compañeros en el proceso de la reforma de la Universidad Católica. Varios de estos provenían de la Escuela de Sociología, que era un semillero de líderes intelectuales y políticos. Entre ellos, Rodrigo Ambrosio, Tomás Moulian, Manuel Antonio Garretón, Rafael Echeverría. Estos dos últimos, presidentes de la FEUC, en 1967 y 1968, respectivamente. Los estudiantes de sociología “eran los que aportaban más intelectualmente, más análisis científico y marcos teóricos”83. Con algunos de ellos, como Carlos Eugenio Beca, seguirá luego colaborando en la universidad de la reforma. Varios de estos dirigentes, además, como Ambrosio y Jaime Gazmuri, asumirán roles en el naciente MAPU, al cual, poco después, Brunner se sumará.

      Otro espacio para el establecimiento de conexiones será, para Brunner, el centro jesuita Bellarmino, que durante estos años constituye un importante lugar de encuentro y discusión. Particularmente destacada es allí su amistad con el jesuita Hernán Larraín y su participación en la revista Mensaje.

      Su rol formal en la Universidad Católica en la labor de la implementación de la reforma, asesorando a Fernando Castillo, le llevará a establecer un vínculo sólido y duradero con este y le ampliará su rango de interlocutores: desde Ernani Fiori hasta muchos otros académicos de la universidad y a los nuevos dirigentes estudiantiles de la Universidad Católica. Brunner se constituirá en uno de esos nodos centrales en la malla de comunicaciones de la universidad, con alta capacidad de intermediación y vinculado directamente al centro de poder de la institución. Si su capital cultural era elevado desde muy temprano, en este período su capital social se expande a todo vapor.

      El período en Inglaterra sumará contactos internacionales a su red. Halsey era, de por sí, un nodo central en las redes académicas vinculadas a la sociología de la educación, amigo o interlocutor directo de muchos investigadores renombrados, tales como Basil Bernstein (University College of London), Martin Trow (Universidad de California, Berkeley) y Michel Young (University of London). Característica destacada de muchos de estos era tener una agenda que cubría simultáneamente la investigación académica y el debate político en torno a cambios en materias educacionales. Tiene también a compañeros destacados en la esfera pública; por ejemplo, se hace muy amigo de José María Maravall (1942-), sociólogo y político socialista español, quien será ministro de Educación y Ciencia (1982-1988) en el gobierno de Felipe González. Allí además mantiene vínculos y conversaciones con chilenos, entrecruzándose sus intereses académicos con su preocupación por la situación política en Chile. Son incontables los muchos encuentros de discusión a través de estos años universitarios, que alimentan la reflexión y búsquedas de Brunner.

      Ya en la movilización para la reforma muchos de los debates eran acalorados, con fuertes confrontaciones con los opositores al movimiento, como era el destacado caso de Jaime Guzmán. Pero también entre las propias filas había numerosas discrepancias. Conocidas eran las frecuentes diferencias entre Brunner y Manuel Antonio Garretón: “se tenían aprecio, pero nunca estaban totalmente de acuerdo”84.

      En resumen, a su retorno de Oxford, Brunner era ya un hombre con una enorme red de conexiones personales, que se extendían por la academia nacional e internacional y por ámbitos políticos. A ello cabría sumar la red potencial de aquellos que habían conocido su actuación como panelista de “A esta hora se improvisa”, dada la particular cercanía que genera la presencia televisiva.

      Brunner y sus amigos más cercanos, como Carlos Catalán, eran, desde jóvenes, ávidos lectores. Importante en los primeros años fue la lectura de autores católicos como Teilhard de Chardin, luego de representantes de la Teología de la Liberación. Por otra parte, para su análisis del país, estudian los libros que diagnosticaban la realidad social y económica chilena, como En vez de la miseria, de Jorge Ahumada, y Chile: un caso de desarrollo frustrado, de Aníbal Pinto, y trabajos de la Cepal. Posteriormente, a fines de los 1960 y durante el gobierno de la Unidad Popular las lecturas sociológicas se amplían. Este es un período que Lechner (2007 [2004]: 17,18), con la mirada comparativa de quien es un extranjero instalado en el país, describe bien:

      Santiago era un centro intelectual efervescente. En el debate intervenía desde luego la primera generación de cientistas sociales chilenos a la que pertenecían Eduardo Hamuy, Osvaldo Sunkel, Enzo Faletto, Raúl Urzúa. A ellos se agregaba un grupo de sociólogos brillantes en la Cepal (Fernando H. Cardoso, Francisco Weffort, Edelberto Torres Rivas, Aníbal Quijano), un fuerte grupo de exiliados brasileños en el CESO (Ruy Mauro Marini, Theotonio Dos Santos) y otros intelectuales destacados como André Gunder Frank y Armand Matellart. Otro polo de influencia eran los jesuitas en torno de Roger Vekemans, mientras que Flacso organizaba el primer y entonces único posgrado en ciencias sociales de la región, con profesores como Alain Touraine, Johan Galtung y Adam Przeworski […]. [S]in duda fue un momento estelar en la historia cultural chilena.

      Son los años del cuestionamiento a la teoría de la modernización, de impronta norteamericana y parsoniana. Aparece una serie de libros que impulsan los debates: Desarrollo y subdesarrollo, de Celso Furtado (1961); Dependencia y desarrollo en América Latina, de Fernando Henrique Cardoso y Enzo Faletto (1969); Desarrollo del subdesarrollo, de André Gunder Frank (1967). Entre estos años y 1973 las publicaciones sociológicas en el país se multiplican. La apelación al marxismo se extiende por la academia.

      Brunner usa eclécticamente algunos de estos textos para sus análisis sociopolíticos publicados en Mensaje. No obstante, ninguna de esas obras es tematizada por él en términos de precisar cómo contribuye a la construcción de su propia observación de la contingencia nacional. Eso comenzará a hacerlo solamente luego de su retorno de Inglaterra, en 1976.

      La estadía en la Universidad de Oxford, desde junio de 1973 hasta fines de 1975, encauza de manera decisiva su trabajo intelectual. En tal período comienza una lectura atenta tanto de los clásicos de la sociología, Weber, Durkheim y Marx, y, conjuntamente, de variados otros autores que en esos años están en plena producción, tales como Goffman, Bernstein, Foucault y Bourdieu. Tales lecturas serán materiales fundamentales para su trabajo investigativo de los años siguientes. Por otra parte, sus muchas conversaciones son influencias variadas y significativas, aunque no registrables.

      Los

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