Relatos sociológicos y sociedad. Claudio Ramos Zincke

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Relatos sociológicos y sociedad - Claudio Ramos Zincke

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números de la revista, frente a buena parte de los artículos me costaba discernir qué buscaban decir. En este, en cambio, la idea central me pareció nítida y provocadora: el mobiliario es una expresión del orden y, objeto potencial, consecuentemente, de acción revolucionaria. “El mobiliario nos inmoviliza. Nos resta libertad […], nos determina en lo íntimo: señala caminos obligatorios a seguir”. El mobiliario tiene disposiciones que separan, oponen, apartan (Brunner, 1971: 283, 285). Si en el otro texto hablaba Brunner el asesor de rectoría, el Director de Estudios de la Universidad Católica, el gestor estratégico, aquí hablaba el Brunner creativo y literario, que aventuraba libremente sus ideas. Algunos cuentan que en estos años era bastante “hippie”. Este texto sería manifestación (y manifiesto) de ello.

      Acompañan a este artículo de Brunner, en ese número de la revista, uno de Kalki Glauser, sobre el régimen de producción de Chile, que en largas 74 páginas aborda el problema desde el período colonial, discutiendo con Dos Santos y Gunder Frank; un artículo de un equipo del CIDU sobre experiencias de justicia popular en poblaciones; uno de Mattelart sobre lucha de clases y medios de comunicación masiva; y varios textos sobre “problemas del movimiento obrero chileno”.

      A poco de asumir la dirección de Flacso, comienzan sus publicaciones, en el formato de Documentos de Trabajo. La primera es “Formación de orden e integración social” (1976a). En ella inicia su elaboración teórica buscando sentar las bases para indagar lo que está ocurriendo en el país en el plano cultural. Lleva a cabo un análisis de la relación entre procesos de socialización, educación y autoritarismo. Primero atiende a los planteamientos de Durkheim sobre división del trabajo e integración social y luego incorpora nociones de Basil Bernstein, Mary Douglas, Jurgen Habermas y Erving Goffman, sobre control, socialización y posibilidades de disentimiento.

      Entre sus conclusiones señala que “el control represivo en una sociedad sometida al dominio de un Estado de carácter autoritario crece y se hace más envolvente no solo ni principalmente como resultado de mayores volúmenes de represión directa o material, sino por el desarrollo de una especializada cultura de control social; por el incremento de la densidad simbólica del orden; por la eficacia de los agentes de socialización en producir conformidad” (Brunner, 1976a: 30).

      Esto lleva a que se deba prestar atención a tales procedimientos de socialización y resocialización que promueven el conformismo con el orden a través de las operaciones de las instituciones educacionales, medios de comunicación, procesos informales de transmisión de mensajes, etc., y a la organización de la vida cotidiana, “pues es en las situaciones del cotidiano donde, en última instancia, ocurren las más frecuentes interacciones que sirven como contexto de socialización” (Brunner, 1976a: 26). Es en el estudio de tales procesos, formales e informales, de socialización y resocialización, que “será posible aproximarse a una comprensión más completa de lo que significa el tipo de control ejercido por un Estado autoritario […]. Asimismo, […] la emergencia del disentimiento y de alternativas de negación dentro de un orden autoritario de integración moral estarán estrechamente relacionadas con procesos de interrupción de la socialización del conformismo o, más profundamente, con procesos de socialización divergentes” (Brunner, 1976a: 27).

      En este punto cita a su ex compañero de Oxford, J. M. Maravall, quien está preocupado de los mismos asuntos respecto a su patria, en artículo en la revista inglesa Sociology: “Political Socialization and Political Dissent: Spanish Radical Studentes, 1955-1970” (January, 1976). Probablemente ya venían discutiendo de estas materias en Oxford.

      En cierta forma, Brunner sintoniza con las ideas que está desarrollando Habermas en cuanto a que por una parte opera una integración sistémica asociada a una racionalidad instrumental estratégica y, por otra, se tiene una integración que opera en el mundo de la vida, asociada a una racionalidad comunicativa. En todo caso, este año Habermas todavía no ha escrito su Teoría de la acción comunicativa, en la que expresará esto con mayor precisión y claridad, y Brunner va en esa dirección, pero por su propio camino.

      En este primer texto, escrito bajo la dictadura, aparecen bosquejados los puntos sobre los que trabajará en los años siguientes. Para esta investigación que emprende apela extensamente al conocimiento sociológico. En este texto se encuentra profusamente citado Durkheim, así como Parsons94, y, por otra parte, Bernstein (1975), Goffman (1970), Mary Douglas (1966). Comienza también a conectar su reflexión con el trabajo de sus colegas en Flacso; aquí cita a Lechner y Faletto.

      Entre noviembre de 1976 y enero de 1977 publica tres textos más (Brunner, 1976b, 1976c, 1977b), siempre como documentos de trabajo, que continúan en la misma línea de indagación. De un primer posicionamiento con respecto a la realidad cultural del autoritarismo, en el texto previo, en el segundo pasa a una extensa elaboración teórica sobre el tema de la acción de rol, socialización y procesos de comunicación, tema –afirma Brunner– postergado en la literatura sociológica de América Latina. La perspectiva es precisamente esa, abordar el problema desde América Latina, desde su propia realidad de clases y poder, entendiendo dichos microprocesos en conexión con sus condicionantes estructurales. A través de eso, dice, está el interés de acercarse “a un problema subyacente a la actual reflexión sobre procesos políticos en América Latina, cual es el problema de los mecanismos mediante los cuales sociedades con un alto grado de distorsión comunicativa producen, mantienen y transforman orden social, y los grupos que las componen negocian o imponen un ‘consenso’ de integración normativa. Sobre todo, nos interesa –dice– estudiar cuáles son las modalidades que adoptan esas formas de integración al nivel de las situaciones cotidianas de interacción social, y los condicionamientos estructurales que operan sobre ellas, moldeándolas y conformándolas en su especificidad propia” (Brunner, 1976b: i).

      Para ello, hace una revisión sucesiva de perspectivas, que va buscando integrar. Su itinerario pasa, en 78 páginas, por: (1) la perspectiva de considerar la existencia de un sistema normativo de relativa estabilidad, con socialización de ese orden normativo moral, en que los individuos “asumen roles” (role taking); (2) la postura que entiende que en lugar de tal adopción de roles hay activos procesos de negociación moral; aquí Goffman tiene lugar central; (3) enfoques que consideran procesos de condicionamiento conductual (Skinner, Bandura, Bijou); (4) perspectivas que atienden al desarrollo de competencias cognitivas (Piaget) y morales (Kohlberg, 1971; Habermas, 1972); (5) enfoques que consideran el desarrollo de procesos interpretativos, en los cuales juega un rol fundamental el lenguaje (Hymes, 1974; Cicourel, 1973; Bernstein, 1973; Habermas, 1972).

      De tal modo, Brunner está evaluando una arquitectura teórica. En su recorrido revisa aproximaciones normativistas, que hacen primar un orden moral, y otras que son interpretativistas; por otra parte, además, apunta a una perspectiva faltante, una que tome en cuenta las situaciones de poder. Esta perspectiva es la que están elaborando por estos años Habermas y Foucault, mientras que los interpretativistas, como Goffman o Blumer, no incluyen en sus conceptualizaciones nada con respecto a las redes o estructuras de poder que subyacen la acción cotidiana de los actores.

      Asombra la competencia analítica y crítica con que Brunner maneja la discusión sociológica con Goffman, Cicourel, Chomsky y resto de autores, respecto a obras que estaban generándose casi en ese mismo momento. Por otra parte, pese a la actualidad y relevancia académica global de lo que está escribiendo, Brunner no lo hace para insertarse en el espacio académico internacional (que en tal época es fundamentalmente el de los países centrales), sino para traer tal debate al país, para hacerlo respecto o desde nuestra propia experiencia social y cultural95.

      Es un documento con abundantes referencias, unas 70, casi todas en inglés y algo más de la mitad correspondientes a la década de los años 1970, con varios textos que habían sido publicados no más de cuatro años antes de su escritura. Es decir, está trabajando con material científico social de avanzada, sintetizando y debatiendo, asumiendo una postura propia y original. Brunner pretendía

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