Relatos sociológicos y sociedad. Claudio Ramos Zincke

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Relatos sociológicos y sociedad - Claudio Ramos Zincke

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style="font-size:15px;">      Un último punto destacado en la “Hermenéutica del orden” es la crítica a Goffman en la que Brunner continúa sus cuestionamientos previos. Sintéticamente, sostiene que la idea de orden de Goffman constituye una visión disciplinada de tal orden. Solo considera la dimensión de exis (ceremonias, ritos, costumbres, etc.) de la vida social y no la dimensión de praxis. El orden es vivido como acción ritual; es el acatamiento de las disciplinas entrelazadas y ritualizadas. La pregunta por el sentido es relegada: el orden es su sentido. Esta es una visión muy parcial e incompleta del orden social. Reflejaría, como ya Brunner lo había señalado antes, la vida de la clase media de EE.UU. Lo que prima es un conformismo radical –el modelo del buen escolar–, pero astuto u oportunista. En términos políticos, el orden y las vías de adaptación a él que presenta Goffman son “un llamado al inmovilismo”. “Lo importante es –como señala Goffman– ‘mantener un cierto tipo especificado y obligatorio de equilibrio ritual’, a cambio de vivir tácticamente ‘ajustado’, ganando sin apostar, salvando la cara sin exponerla más de lo exigido” (Brunner, 1977d: 72, 73).

      En un texto publicado cuatro meses después –“El orden del cotidiano, la sociedad disciplinaria y los recursos del poder” (1977f)– Brunner seguirá analizando el enfoque de Goffman. Para constituir su propio instrumental teórico, los estudios de Goffman le “proporcionan un buen ejemplo sobre lo que ha sido hasta el presente el análisis de situaciones cotidianas”. La interpretación de Brunner, por su parte, está encaminada a poder analizar la situación en Chile; su interés, tal como precisa, está en la “sociedad disciplinaria” (Brunner, 1977f: i). De ese modo, la lectura que hace de Goffman la realiza en gran medida asumiendo el enfoque de Foucault. Relaciona, así, la organización social del cotidiano con la hegemonía, por la vía de los mecanismos disciplinarios.

      Según Brunner, Goffman presenta el orden cotidiano como un orden moral acordado entre las partes. Es una noción ilusoria del orden, en la medida que muestra a sus participantes como libres e iguales y que a este orden no lo marca ninguna estructura de intereses ni de dominación. Además, sus protagonistas son fundamentalmente de clase media: empleados, profesionales, profesores, vendedores, policías, ascensoristas, y que no aparecen en el mundo del trabajo. Goffman describe eventos que transcurren en la calle, en restaurantes, en horas libres, etc. Los individuos no aparecen como homo faber ni como zoon politikon. Con eso, resulta un mundo artificial que no toma en cuenta las radicales asimetrías existentes entre los participantes, las cuales involucran que ellos tengan recursos de poder diferenciales para definir la situación. Brunner lo ilustra con el caso de Molloy, de la obra de Becket, descansando en muletas e interpelado por un policía por su “mala postura” sin que pueda defenderse e impedir ser llevado a la comisaría. No hay una efectiva negociación de la situación. Algo semejante es lo que podría decirse de la interacción laboral cotidiana entre un empleado y los gerentes de su empresa, o entre una secretaria y su jefe.

      De tal modo, Goffman contribuye a otorgarle objetividad, junto con verdad y carácter moral, a un orden en que se oculta la subordinación al poder y la desigualdad (Brunner, 1977f: 99). En la interpretación de Brunner, la visión goffmaniana del orden cotidiano es: “Hay que hacer lo debido porque es bueno hacerlo, y es bueno porque es lo que hay que hacer” (Brunner, 1977f: 35). Plena circularidad del argumento moralista o normativista de Goffman.

      Las obras fundamentales de Goffman son de los años 1960 y 1970. El análisis crítico que hace Brunner es contemporáneo a su producción y representa un tipo de cuestionamiento, conectado con enfoques europeos, que en ese momento no se está haciendo. Representa, además, un tipo de crítica que análogamente puede extenderse a otras obras con raíces en la fenomenología que en esta época adquieren gran difusión, como las de Schutz, Garfinkel, Cicourel, Berger y Luckmann. Los trabajos de Brunner podrían haber tenido acogida internacional si es que hubiera procurado posicionarlos en las revistas de países centrales. Brunner, no obstante, no estaba interesado en ello, como no lo estaban en general sus colegas de Flacso, ni los cientistas sociales chilenos en esos años. Lograr publicar en los países centrales no era ni buscado ni mayormente valorado. No tenía repercusiones en el campo científico local, ni era fuente de motivación o crédito para los investigadores.

      El orden social del cotidiano es introducido, según Brunner, por las disciplinas. Ellas lo organizan y le dan su contenido de regulaciones. Se trata de formas de poder que no operan ni por medio de la violencia ni a través de las ideologías, sino por medio de una variedad de técnicas que actúan en el detalle de gestos, miradas, posturas, expresiones y movimientos, en el despliegue de las fuerzas del cuerpo. Sobre estos micropoderes, sobre este mundo de las disciplinas “se asienta toda la estructura de las dominaciones y explotaciones” (Brunner, 1977f: 54).

      En la parte final de este texto, El orden del cotidiano, de 103 páginas, Brunner analiza el orden de lo que llama sociedad disciplinaria, es decir, de una sociedad que funda el orden directamente en las disciplinas, sin una mediación de consenso. Aunque habla en general, el referente permanente de Brunner es la sociedad chilena, y respecto a ella ejemplifica y hace alusiones.

      Las disciplinas se convierten en prolongación del Estado y sus aparatos (Brunner, 1977f: 84). El Estado autoritario reorganiza la esfera pública de la sociedad, reduciéndola a un mero ámbito de orden público. Así, la esfera pública deja de ser espacio de acción común, de búsqueda de consenso y es, en cambio, objeto de relaciones disciplinarias donde no se acepta el conflicto. La política se vacía de contenidos comunicacionales y se asume como técnica, materia de expertos. Es lo que ocurre, por ejemplo, respecto a la pobreza (Brunner, 1977f: 90-94). Las mediaciones culturales se hacen superfluas. Expresión de los efectos que esto provoca es el llamado “apagón cultural” ampliamente comentado en la prensa de esos años.

      Esta concepción de Brunner sobre un orden fundado exclusivamente en los micropoderes disciplinarios es su interpretación de un régimen que en sus primeros años se ha basado en la represión y en el control administrativo. Gradualmente, sin embargo, la dictadura irá diversificando su forma de acción y sus intelectuales orgánicos la irán proveyendo de nuevos mecanismos y procedimientos que también impactarán en la cultura y apelarán al consentimiento. En sus obras de dos o tres años después Brunner considerará otros elementos del régimen que expresan esfuerzos por el logro de hegemonía cultural y no solo el disciplinamiento.

      En este texto, además, la noción misma de disciplina, pese a que es reiterada, queda en una cierta nebulosa en cuanto al contenido y operatoria precisa de los mecanismos disciplinarios en el caso chileno. Uno debe remitirse a los textos de Foucault para obtener mayor especificidad empírica. En sus estudios sobre la cultura autoritaria en Chile, Brunner especificará mecanismos de disciplinamiento. En sus trabajos sobre el período posterior a la dictadura, sin embargo, prácticamente desaparecerán las referencias al disciplinamiento

      Brunner conecta la noción de hegemonía con la operación de las prácticas disciplinarias, pese a que, como reconoce, “en rigor, las disciplinas no internalizan nada, no apelan a la conciencia de los individuos, no forman parte de su ‘educación moral’. Operan directamente sobre los cuerpos a los que introducen en un aparato de producción y a los que sujetan a relaciones de poder” (Brunner, 1977f: 54). Hay en esto una incongruencia entre la forma de operación de la hegemonía y la de las disciplinas. En este momento, Brunner está sumando, abstractamente, a Foucault y Gramsci. El momento para afinar las conexiones y resolver los desacoples o desajustes será cuando realice trabajos sistemáticos de investigación empírica.

      Tal como en un texto anterior (1980k) Brunner había puesto especial atención en discutir el concepto de ideología, en “Conciencia de clase: I Problemas de la ontología marxista” (1980n), hace algo análogo con el de conciencia de clase. Uno tras otro va abordando, discutiendo y clarificando elementos conceptual teóricos que son parte de la organización de la cultura, que es su objeto general de estudio y sobre la cual

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