Relatos sociológicos y sociedad. Claudio Ramos Zincke

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Relatos sociológicos y sociedad - Claudio Ramos Zincke

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el artículo–, de pronto, de un día a otro, se puso fin a todo eso liquidando aquella tendencia histórica sobre la que se sostenía el universo de nuestra generación. Quedamos intempestivamente en el aire y a la deriva; quedamos como desamparados, sin más referencias confiables […]. Violentamente nos quitaron el camino, el paisaje, la luz, el horizonte, el universo entero. Todo se volvió desconocido, inmanejable e incomprensible, aterrorizante […]. De la noche a la mañana nos trasplantaron al vacío del sueño y del recuerdo. Nos arrebataron el presente. […]. Ya no somos dioses; no somos dueños, ni protagonistas, ni arquitectos, ni parte de nada” (Tironi, 1984 [1979]: 20, 21).

      Concluía con un llamado a enfrentar la nueva situación sin desanimarse:

      Nuestra generación no puede aceptar la encrucijada de seguir arrastrándose en la frustración o renunciar a su histórico sentimiento de ‘omnipotencia’, para integrarse a la ‘vida’ infantil que nos ofrecen bajo sones militares […]. Tenemos la obligación, entonces, de aprender a vivir […] en este nuevo universo […]. No para aceptar este universo, sino para cambiarlo […] (Tironi, 1984 [1979]: 23).

      El texto concitó la atención en los círculos de oposición. El propio Tironi (2013: 70) dice, muchos años después, que “de todas las cosas que he escrito, nada ha tenido más repercusión y recordación que ese texto. Pienso que fue porque ponía en blanco y negro un duelo que no habíamos hecho”. Es un texto retóricamente atractivo, que sintoniza con los sentimientos de muchos de los jóvenes que vivieron la frustración de la derrota y el desalojo: “violentamente nos quitaron el camino, el paisaje, la luz, el universo entero” (Tironi, 1984 [1979]: 20).

      El mismo día que Brunner leyó ese artículo, discutiéndolo con su amigo Carlos Catalán, se sintió impelido a contestarlo. En el próximo número de la revista Análisis aparece su artículo: “El ocaso de los ‘pequeños dioses’”. Es un texto de retórica incisiva que “descuartizaba sin misericordia” el artículo de Tironi, según reconoce este mismo (Tironi, 2013: 71).

      Brunner ironiza sobre las fantasías sociales de omnipotencia de jóvenes pequeño burgueses, que elaboran su experiencia “en términos de un sentimentalismo pre ideológico; o de una ideología primitiva construida sobre sentimientos desarrollados sin mayor confrontación ideológica” (Brunner, 1979b: 13).

      Dice tratar el testimonio de ETB, que es como aparecía el nombre del autor, como un texto que es “manifestación de una cierta conciencia social. La expresión de una actitud política. El recuentro de una experiencia colectiva. Y las formas de su elaboración” (Brunner, 1979b: 13). Así asumido, estima que representa la postura de “pequeños dioses” que contribuyeron a “barrenar” la hegemonía de la democracia y de las fuerzas progresistas y “la debilitaron en medio de sus querellas”.

      Brunner es extremadamente duro y su enojo va más allá de lo dicho en el texto de Tironi. Sus palabras son, en cierta forma, un ajuste de cuentas con la irresponsabilidad demostrada en el período de la Unidad Popular por grupos radicalizados, con ese sentido de omnipotencia que no medía consecuencias y que se arrogaban un lugar especial en la historia por supuestos méritos propios. Era la postura adoptada por quienes sostenían la posición de “avanzar sin transar”, en la que había estado el MAPU Garretón, y del cual ahora Tironi era un dirigente destacado y en cuya calidad había sido su estadía de tres años en el extranjero, de la que venía llegando en diciembre de 1978. Brunner habla con la voz de los que sí medían las consecuencias, de los que no estaban seguros de lo que podía lograrse, de los que consideraban que las convicciones debían moderarse con una ética de la responsabilidad. Es una reprimenda a los jóvenes impetuosos que, por lo demás, parecían seguir creyendo en su relevancia, preservando “fantasías sociales de omnipotencia”. “Pequeños dioses” que continúan pensando “en términos de su importancia histórica, de su identidad histórica y su histórica misión”, planteada en términos “grandilocuentemente vagos”: “destruir el nuevo universo”, “contribuir al reencuentro de nuestro pueblo”, “hacer de Chile la obra diaria de su gente”. Brunner no hace ninguna concesión a esas expresiones retóricas de inspirado tono romántico. Concluye, elocuentemente, con una frase que también pone como epígrafe: “al pueblo lo que es del pueblo; a la pequeña burguesía sus ‘pequeños dioses’” (Brunner, 1979b: 12).

      Este es un texto que, junto con mostrar la buena pluma de Brunner y la presteza de su escritura, revela sus sentimientos en asuntos políticos. En su artículo afloran sentimientos todavía intensos, a juzgar por la fuerza retórica, respecto al voluntarismo de ciertos sectores que “se radicalizan y adoptan un estilo definitivamente carismático y mesiánico de hacer política” y, de ahí, a esas “fantasías sociales de omnipotencia”, con una “ideología triunfalista”. Brunner condena esta postura que estima tuvo fatales efectos y advierte contra el riesgo de su persistencia y el retorno de esos pequeños dioses con su atractivo mesiánico.

      El texto de Brunner también es una forma de autopresentación. A través de la asertividad de su crítica y estilo categórico se auto presenta implícitamente como un autor muy seguro de su posición y enjuicia a Tironi con la convicción de quien puede hacerlo y que cuenta con el reconocimiento de un público que lo avala. En palabras del mismo Tironi, en tal época Brunner era “uno de los más reputados intelectuales disidentes” (Tironi, 2013: 72). Escribe como tal. Su discurso es tajante, definitivo. De hecho, Tironi no respondió; con honestidad, reconoce que “no habría sabido cómo hacerlo. Estaba demasiado desmantelado como para reaccionar en el plano que él lo hacía, con alusiones a los ‘factores sociales’, a las ‘fuerzas populares’ y a la ‘pequeña burguesía’” (Tironi, 2013: 71).

      El artículo de Brunner también expresa su compulsión a responder frente a planteamientos públicos en que se siente interpelado, frente a materias que para él son sensibles y relevantes. El sentido de la experiencia colectiva de su generación es una de ellas, y no acepta dejar que sea interpretada de cualquier manera, sobre todo por las consecuencias de las actitudes y posiciones asumidas. Para él es muy relevante ese trabajo de elaboración de sentido. Efectivamente, la respuesta de Brunner va más allá de Tironi. Es a la forma de interpretación que el texto de este manifiesta. Si bien la intención de Tironi pudo haber sido más bien catártica, Brunner se preocupa por su potencialidad orientadora de la interpretación colectiva. Tales interpretaciones no son inocuas. Brunner representa la conciencia reflexiva en la materia. En la misma línea, destinará gran esfuerzo en los años siguientes a revisar y analizar la experiencia colectiva de los jóvenes de su generación durante la reforma universitaria y las experiencias colectivas durante la dictadura. A su juicio, tales narrativas son importantes, son orientadoras, guían la autointerpretación colectiva; tienen efectos. Así, Brunner se siente forzado a intervenir. Para él, callarse no es una opción.

      A principios del mismo año publica otro texto de discusión y articulación teórica –“La organización liberal de la cultura” (1979a, 115 pp.). Señala Brunner que para las ideas que expone aprovechó las discusiones que tuvo en 1978 en Ceneca, centro académico independiente dedicado a los estudios de comunicación, la realización de un seminario con alumnos del Instituto de Sociología de la Universidad Católica y “conversaciones e indicaciones” de Enzo Faletto.

      El texto integra una gran cantidad de temáticas: racionalización, cultura liberal, capitalismo, hegemonía, esfera pública, cultura de masas y mucho más, buscando aumentar las conexiones teóricas que ha estado desarrollando en sus obras previas.

      Así como antes había profundizado en la obra de Foucault, en el presente texto toma lugar una profundización en el trabajo de Gramsci. La obra de Gramsci le provee del principal tejido teórico interconector. El enfoque general es gramsciano. La categoría de la hegemonía cruza todo. Como señala Brunner en un punto, “aquí Foucault se deja orientar por Gramsci” (Brunner, 1979a: 13).

      Como

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