La gestión de sí mismo. Mauricio Bedoya Hernández

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La gestión de sí mismo - Mauricio Bedoya Hernández

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que hace mercadeo de sí mismo. En cuanto sujeto mercader reconoce como inevitables los riesgos y los administra. Claro que el management actual tampoco conjura del todo el temor al riesgo y más bien mantiene la impresión de que tenemos pocos recursos para manejar la variabilidad de la vida.

      El riesgo tiene dos características promotoras de incertidumbre y angustia: remite a lo desconocido (en cuanto temido) y es irrupción. La subjetividad es puesta en escena dentro de este juego. La vida empresarial contemporánea ha sido promotora de una suerte de culto al riesgo, como si solamente de frente al riesgo el sujeto mostrara su real fortaleza. En este sentido, presenciamos que el verdadero culto no es tanto al riesgo, sino al yo.

      Acorde con las exigencias que la racionalidad neoliberal contemporánea le ha hecho al sujeto que produce, la vida del empresario de sí es un escenario para mostrarse como competentes, emprendedores y capacitados para competir fuerte. La figura que mejor refleja esta forma de individualidad promovida es la del sujeto agonístico. La dimensión agonística del sujeto era característica de la enkrateia griega en la que este combatía consigo mismo para el dominio de los placeres y los deseos (Foucault, 1998b): “La enkrateia, con su opuesto la akrasia, se sitúa en el eje de la lucha, de la resistencia y del combate” (p. 62).

      Así vista, la agonística promovida en aquella sociedad se refería fundamentalmente a una lucha consigo mismo, cuyo modelo era la actitud de combate con los adversarios, que, para el hombre griego, que era político y libre, finalmente, eran sus propias pasiones y deseos. En cambio, la búsqueda del lucro económico, del mayor rendimiento, del despliegue ad infinitum de los placeres y deseos, del desarrollo de las competencias individuales y de la mayor capacidad de competición en el mercado son los nuevos puntos de aplicación de la posición agonística del sujeto del neoliberalismo. Consideramos, entonces, que la agonística subjetiva contemporánea tiene un carácter más externalista por cuanto el sujeto-empresa no se plantea el límite de sus deseos, aspiraciones y anhelos, pues estamos habitando crecientemente la cultura del “todo se vale, todo se puede”, y, por lo tanto, su lucha no es contra sí mismo fundamentalmente, sino que su vector de combate son los otros en la medida en que el individuo que es en sí mismo su empresa no puede ver en los otros más que competidores que amenazan la estabilidad de su negocio, que ponen en riesgo continuo su flujo de ingresos y, por lo tanto, el valor de sí. El Otro (es decir, cualquier otro) puede llevar a la quiebra a un individuo. Y aquí lo que se pone en juego no es el capital económico sino el capital subjetivo de la persona. La doctrina austríaca (generadora del neoliberalismo propiamente dicho) “privilegia una dimensión agonística, la de la competición y la rivalidad. A partir de la lucha de los agentes se podrá describir no la formación de un equilibrio definido por condiciones formales, sino la vida económica misma, cuyo actor real es el emprendedor, animado por un espíritu empresarial” (Laval y Dardot, 2013, p. 136).

      Sostenemos la idea de que el sujeto agonista de hoy tiene para mostrar sus competencias y su talante guerrero, características que son la base de la adaptación y la capacidad para el combate. El neoliberalismo le endilga al individuo no solamente esta capacidad, sino, y sobre todo, la obligación de sobreponerse a los imprevistos, los fracasos y los obstáculos en el proceso de mantenerse como empresa de sí exitosa. El sujeto agonista es pensado, de todas maneras, como aquel que siempre puede volver a empezar debido a dos razones: es el responsable de sus propios fracasos y, lo que resulta más definitivo, nunca lo pierde todo, pues posee un capital humano. Como lo sostienen Laval y Dardot (2013), el sujeto emprendedor es causa y efecto: causa, porque sobre sus hombros descansa la responsabilidad de la generación de la dinámica y la evolución económica. Efecto, porque la racionalidad neoliberal produce a este sujeto alrededor de la dinámica propia del mercado de consumo, volviéndolo un innovador capaz de levantarse, rehacerse y volver a empezar. Las consecuencias de esto no se hacen esperar: por una parte, con el agobio y la angustia emergentes de la posición de emprendedor que asume cada individuo aparece el sujeto medicalizado. Por otra parte, el lazo social es puesto en cuestión. Con el tema del “nosotros”, que es discutido por los críticos del neoliberalismo, nos encontramos con que históricamente ha habido dos debates. El primero de ellos (el universalismo del lazo social) tiene un calado histórico más amplio e incluso previo al surgimiento de esta racionalidad; el segundo (la ruptura de este lazo), circunscrito al neoliberalismo propiamente dicho:

      1 El debate acerca del universalismo del lazo social emerge de la tensión producida por tema de lo social en el ser humano. Existen los que, como Von Mises (1986), plantean la existencia de lo comunitario como un a priori al sujeto mismo. Las teorías del desarrollo psicológico y las corrientes angloamericanas del psicoanálisis hacen énfasis en que somos sujetos relacionales (Greenberg y Mitchell, 1983; Mitchell, 1993). Pero, en el otro extremo, se encuentran aquellos que no dan por sentado que el vivir juntos sea sinónimo de “lo social”. Nosotros nos desmarcamos de esta tensión, pues no nos situamos en ninguno de estos dos polos, en la medida en que nuestra analítica se alimenta de los estudios genealógicos que, como aquellos que realizó Michel Foucault, no adoptan ningún universalismo humanista, antropológico, científico o social. Por ello, aunque reconocemos el piso que ofrece la idea del “vivir juntos”, no suponemos, con ello, que lo social sea un a priori al sujeto mismo. Creemos que esto nos ofrece una pista, pues, frente al problema de lo social, en vez de partir de una especie de trascendentalismo comunitarista, nos interesamos en preguntarnos: cuando la gente vive junta, ¿cómo lo hace? ¿Qué dispositivos, formas de relación, discursos y prácticas les permiten a las personas vivir juntas y construir “lo social”?

      2 Debate por la ruptura del lazo social. La primera posición está caracterizada por la denigración del individualismo radical realizado por el neoliberalismo, de la cual es subsidiaria la despolitización del sujeto contemporáneo. Sennett (2000) mantiene la idea de que las lógicas posfordistas atentan contra el vínculo de los asalariados con los otros (familia, amigos, colegas, etc.) no solamente por el hecho de que el trabajador, dentro del régimen de riesgo y flexibilidad al que lo somete la organización empresarial de hoy, dispone de menos tiempo para generar redes sociales (o mantener las ya existentes, como la familia), sino porque la práctica de la competencia lo enemista con los otros que son vistos como competidores. Álvarez-Uría (2006) hace un análisis en el que también denuncia la despolitización del sujeto, la cual se da como producto de la búsqueda de un yo pleno, producto de la psicologización del yo. En esto coinciden Laval y Dardot (2013) cuando sostienen que hemos pasado del ciudadano con responsabilidad colectiva al hombre empresarial al que “la sociedad no le debe nada, que ‘no obtiene nada sin nada a cambio’ y que debe ‘trabajar más para ganar más’, por retomar algunos de los clichés del nuevo modo de gobierno” (p. 387). El sujeto de derechos es reemplazado por un actor empresarial, el derecho público es sustituido por la negociación caso-caso. Esta empresarialidad de la acción pública arremete contra la ciudadanía social y su lógica democrática, pues refuerza las desigualdades sociales y las prácticas sociales de exclusión, fabricando cada vez más “‘subciudadanos’ y ‘no ciudadanos’” (Laval y Dardot, 2013, p. 388).

      Lo que entra en juego aquí es el problema de la dependencia. El gobierno social de la segunda mitad del siglo xix instauró una serie de prácticas administrativas, jurídicas y económicas que, como bien lo sostiene Castel (2005, 2010), se orientaban a enfrentar los peligros que traía consigo la pauperización de la población. Se gestó, entonces, un sistema que buscaba hacerle frente a las incertidumbres asociadas principalmente al mundo del trabajo. Las ideas de solidaridad y mutua dependencia, que están presentes también en el welfare state del siglo xx, se hallan expresadas en este gobierno social. Justamente es la idea de dependencias mutuas lo que, en opinión de los críticos del Estado providencia, degenera en un exceso de intervencionismo estatal (Castel, 2005, 2010; Foucault, 2007). Como lo expresan Laval y Dardot (2013), el neoliberalismo es una racionalidad que privilegia la independencia, la ruptura de la mutualidad como formativa de la solidaridad, la autogestión bajo la idea de que nadie le debe nada a nadie y que, por consiguiente, cada uno debe asegurar la satisfacción de sus necesidades a fuerza de invertir en sí mismo. Ruptura del lazo social, por lo tanto.

      La segunda posición sostiene que esta racionalidad

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