Manifiesto por la igualdad. Luigi Ferrajoli

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Manifiesto por la igualdad - Luigi Ferrajoli

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instituciones de garantía en cuanto finalizadas a la garantía de los derechos fundamentales de todos; y lo están también las funciones de gobierno, legitimadas por el sufragio universal.

      2

      IGUALDAD Y DIFERENCIAS. DERECHOS DE LIBERTAD Y LAICIDAD

      1. IGUAL VALOR DE LAS DIFERENCIAS Y LIBERALISMO. DISCRIMINACIONES U OPRESIONES DE LAS DIFERENCIAS Y AUTORITARISMO

      En el capítulo anterior se ha visto el nexo que liga igualdad y diferencias. La igualdad en el primero de los significados distinguidos entonces, la llamada «formal» que aquí he llamado también «liberal», no es otra cosa que el igual valor asociado a todas las diferencias que hacen de cada persona un individuo diferente de todos los demás y de cada individuo una persona igual a las otras. A su vez, se ha añadido, este igual valor de las diferencias está asegurado por los derechos fundamentales de libertad y de autonomía, que gracias a su universalidad son todos —de la libertad de pensamiento y de prensa a las de reunión y asociación, de los derechos políticos en la esfera pública a los civiles en la esfera privada— derechos a la (afirmación de la) propia diferencia.

      Así pues, existe un nexo biunívoco entre igual dignidad de las diferencias y liberalismo, o entre igualdad formal o liberal y derechos de libertad y, a la inversa, entre autoritarismo y opresiones o discriminaciones de las diferencias. En efecto, todos los sistemas normativos, las culturas y las prácticas de tipo autoritario se basan en discriminaciones o atropellos de diferencias personales, mediante supresiones o limitaciones de las libertades fundamentales. Los sistemas políticos autoritarios o, más aún, totalitarios se basan en la intolerancia y la represión del disenso, es decir, de las diferencias de opiniones políticas. Los sistemas teocráticos lo hacen en la intolerancia y la represión de herejías o en cualquier caso de las diferencias de religión. Los sistemas y las prácticas autoritarias de carácter doméstico se fundan en la subordinación de las mujeres a padres o maridos. En fin, las culturas y las prácticas racistas, que crecen en la época actual de la globalización, teorizan y promueven desvalorizaciones y discriminaciones de las diferencias de carácter étnico, hasta formas de explotación total, de guetización y de neoesclavismo1.

      En suma, la agresión a la igualdad formal o liberal es el rasgo distintivo de los totalitarismos, los integrismos y los fanatismos políticos o religiosos, de los fascistas, racistas y fundamentalistas de cualquier tipo, unidos por la pretensión de que sus creencias y sus identidades superiores son «verdaderas» u «objetivas», en virtud de sus antropologías de la desigualdad, de las revelaciones divinas de las que se consideran intérpretes, o de las tradiciones culturales y de poder blandidas indefectiblemente por ellos contra los sujetos más débiles, oprimidos y virtualmente discrepantes. En efecto, cualquier forma de despotismo se manifiesta en la discriminación, la opresión o la reducción de las libertades y de la dignidad de cuantos son diferentes o en cualquier caso no se homologan con las identidades dominantes. Como se verá mejor en el § 3 del capítulo 7, racismo, machismo, homofobia, fundamentalismos religiosos o políticos son todas expresiones de una antropología de la desigualdad dirigida a dar sustento o a justificar prácticas iliberales de opresión, de persecución o de exclusión y en todo caso de negación de la dignidad de quienes las padecen. A la inversa, solo las garantías de los derechos de libertad aseguran el igual valor, la igual dignidad social y la pacífica convivencia de todas las diferencias de identidad personal cualesquiera que sean, incluidas las diferencias (que juzgamos) más perversas. Y solo el principio de igualdad formal y liberal, con los conexos derechos de libertad, asegura que el pluralismo político de los valores no degenere en la «tiranía de los valores» o en conflictos irreductibles entre ellos, incluso bélicos, dirigidos a la recíproca eliminación, sino que, por el contrario, resulte garantizado por las formas de la democracia política.

      2. AUTODETERMINACIÓN DE LOS PUEBLOS Y CONFLICTOS IDENTITARIOS

      Estos dos nexos —entre igualdad formal en las libertades fundamentales y pacífica convivencia de las diferencias, y, al contrario, entre desigualdades y opresiones de las libertades y conflicto entre las diferencias— permiten plantear y resolver, en el plano teórico, la cuestión de los presupuestos del derecho de los pueblos a la autodeterminación. Este derecho de autodeterminarse hasta convertirse en independientes y crear un nuevo estado, se funda y se justifica, como derecho a la afirmación de sus identidades nacionales, solo en el caso de los pueblos oprimidos y discriminados en razón, precisamente, de sus diferencias étnicas, lingüísticas o culturales, desconocidas como tales, reprimidas, devaluadas o negadas junto con los derechos correspondientes a la expresión de sus identidades diferentes. No es casual que esto se haya afirmado, en la Carta de Naciones Unidas y en las cartas internacionales de derechos de la segunda posguerra, en apoyo de los procesos de descolonización y de las luchas de liberación de dominios coloniales: justamente como derecho de todos los pueblos cuyos territorios habían sido ocupados por potencias extranjeras y que eran explotados, depredados y oprimidos por estas. Hoy, siguen siendo titulares de este derecho los pueblos oprimidos, como los palestinos, los kurdos, los mongoles, los rohinyás, los kachin, que no gozan, en sus territorios, de los mismos derechos y la misma dignidad que disfrutan quienes pertenecen a las etnias y a las culturas dominantes.

      No existe, en cambio, ningún derecho a la autodeterminación y menos aún a la secesión, en los países en los que la igualdad formal, el respeto de las diferencias y los derechos de libertad están garantizados a todos, como es el caso de Cataluña, donde la crisis separatista se ha precipitado de forma incontrolada y el movimiento identitario ha llegado ilegítimamente a declarar la independencia sobre la base de un referéndum que contradice la Constitución y lo resuelto por el Tribunal Constitucional. En efecto, en estos países, las instancias secesionistas —que en España han tenido sus mejores aliados en la total falta de disposición al diálogo del gobierno central y en la obtusa e insensata prisión provisional de los miembros del exgobierno catalán— son solo el signo de la incapacidad de convivir con las diferencias, de la aversión y no del respeto por los distintos, a lo que, tratándose normalmente de los territorios más ricos, se une el egoísmo regional y la falta de solidaridad con las poblaciones de las regiones más pobres. Sin contar con que la autodeterminación separatista en apoyo de cualquier diferencia daría lugar, dentro de los nuevos estados, a la apertura de una espiral sin fin de cambios de las viejas minorías en mayorías y viceversa, con la inevitable secuencia de ulteriores secesionismos y conflictos

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