Des/venturas de la frontera. Menara Guizardi

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Des/venturas de la frontera - Menara Guizardi

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entonces, antropólogos de todo el mundo demarcaron su objeto de estudio como “los otros”, definiendo esta categoría como un grupo social diverso de aquel al cual pertenece el etnógrafo, debido tanto a una supuesta diferencia de trasfondo cultural como a la ubicación de estos “otros” en alguna localidad lejana a la sociedad de origen de los antropólogos (Weston, 1997). Inspirados en la teorización de Durkheim (1987) sobre las solidaridades mecánicas y orgánicas –la cual analiza cómo la división social del trabajo influye en la organización de las sociedades, vinculándose, simultáneamente, a las formas de interdependencia entre sus miembros–, los antropólogos entendían a sus propios grupos sociales como “sociedades”, en oposición a los grupos sociales “otrificados”, para los cuales se guardaba el sustantivo “comunidades”.

      Los estudios antropológicos de las regiones fronterizas del norte de Chile, en la medida en que enfatizaron los grupos indígenas “chilenos” como sus principales sujetos de estudio, reprodujeron la conformación epistemológica de la antropología como una ciencia dedicada a los “otros”. Pero lo hicieron reproduciendo el imaginario nacional chileno que enuncia a los indígenas como “no chilenos” y, por lo tanto, como “otros internos” de la nación. Estos aspectos dotan dichos estudios de ciertos sesgos de nacionalismo metodológico. Pero esto no destituye el hecho de que los resultados de estas investigaciones sean una contribución sobresaliente para desarraigar esas mismas ideologías nacionales. Como reseñamos al inicio de este apartado, estos trabajos desarticulan algunas de las principales mitologías del centralismo chileno.

      Pero, haciendo nuestra necesaria autocrítica, es imperante reconocer que, cuando empezamos nuestro trabajo de campo en Arica, hacia el año 2012, los fenómenos que captaban nuestra atención, que reconocíamos como “de interés antropológico”, se vinculaban casi únicamente a la presencia de migrantes de Perú y Bolivia en la ciudad. Provenientes de una generación de investigadores que crecieron en un mundo globalizado –que convirtió la transnacionalización de los Estados en un tema de constante discusión desde ámbitos económicos, políticos, culturales y sociales–, estábamos condicionados a percibir como “muy importantes” los flujos diarios de personas, bienes, sustancias ilegales, servicios, prácticas sociales y conocimiento que cruzan los territorios nacionales.

      En completo contraste con los antropólogos precedentes, no podíamos ver nada más que el flujo y la conexión entre los territorios nacionales. Nuestra principal ansiedad era comprender cómo esas experiencias transnacionales y transfronterizas podían reproducirse. Una perspectiva así padece de una distorsión que podría ser designada, en antagonismo, como un “transnacionalismo metodológico”: la tendencia a exagerar los flujos fronterizos, subrayando una perspectiva de-materializadora de las comunidades (Guizardi, 2017: 27; Guizardi, 2016b: 386). Lo anterior suele llevar a los investigadores a no reconocer que los Estados-nación (y los imaginarios nacionales) siguen siendo determinantes importantes de las interacciones sociales promovidas por el neoliberalismo globalizante (Garduño, 2003: 26).

      La comparación entre el tipo de distorsiones analíticas que dos generaciones diferentes de antropólogos que trabajan el mismo territorio están propensas a desarrollar, puede ayudar a formar una comprensión crítica de la relación epistemológica entre los métodos, teorías y los contextos sociales/nacionales. El punto clave aquí no son las diferencias entre las perspectivas, sino lo contrario: las distorsiones metodológicas que ambas tienden a perpetuar. Por ello, más allá de una actitud de autoexpiación con respecto a las insuficiencias antropológicas propias y ajenas, el descubrimiento temprano de los peligros de ambos tipos de distorsiones –el nacionalismo y el transnacionalismo metodológico– fue asumido como un punto de inflexión: nos impulsó a conformar un nuevo proyecto de investigación.

      Estas primeras revisiones alimentaron la formulación de tres preocupaciones críticas. La primera se vinculaba al imperativo de producir datos empíricos sobre la migración femenina peruana en otras regiones de Chile (que no eran Santiago). Queríamos contar con subsidios empíricos a través de los cuales pudiéramos indagar cuán generalizables nacionalmente eran las constataciones enunciadas por los estudios de caso ejecutados en la capital. La segunda se refería a la necesidad de pensar la frontera, las migraciones y la circularidad territorial del norte de Chile desde claves analíticas y metodológicas antropológicas. La tercera se relacionaba al interés por tensionar los imaginarios de naturalización de las identidades de “los chilenos” y sus “otros” (internos y externos).

      Estas tres preocupaciones fueron los impulsos iniciales del proyecto: todo el diseño temático, mostral y metodológico de la propuesta fue armado para atender a estos imperativos. Debido a la invisibilidad del norte del país en los estudios sobre las migrantes peruanas, y pensando en cuestionar los imaginarios sobre las alteridades internas en el espacio nacional chileno, decidimos que la forma óptima para materializar nuestras preocupaciones en el diseño metodológico sería a través de una comparación sistemática. Esto con el objeto específico de contrastar la migración femenina peruana en este territorio y en el centro del país. Aquí comenzaron nuestros problemas metodológicos más entretenidos, aquellos que dan cuenta de que ni toda la buena voluntad destituye la ingenuidad analítica con la que nos adentramos al campo de estudios.

      Como discute Mauss (1979: 158-162), los estudios comparados implican un proceso analítico previo, a partir del cual se delinean los fenómenos que se van a comparar y se establecen, además, las regularidades que hacen de ellos comparables en términos etnológicos. Relaciones, procesos sociales, escenas y cosas no son comparables en sí mismos. Su comparabilidad no deviene, entonces, de unas condiciones inherentes, sino y, sobre todo, de la construcción conceptual que es operacionalizada por los investigadores (Cardoso de Oliveira, 1963: 43). Obviamente, este ejercicio de construcción de regularidades comparativas no descansa en el vacío; se relaciona fuertemente con las construcciones teóricas disponibles, y también con una dimensión empírica de lo que es (o por lo menos debiera ser) ineludible. En síntesis, la construcción de los factores y elementos comparables en un estudio de caso se operacionaliza como un recorte analítico previo, y dialoga dialécticamente con la teoría y con las realidades sociales que se pretenden estudiar.

      Sin establecer estas regularidades de antemano, el investigador corre el riesgo de lanzarse a la infructuosa comparación entre cosas incomparables, “entre peras y manzanas”, para aludir a un dicho muy popular en gran parte de Latinoamérica. De nuestra parte, y apoyados en las revisiones previas, ya habíamos objetivado “al norte” y “al centro” del país como los primeros recortes comparables, presuponiendo que estas áreas constituían loci más o menos concisos, y con una influencia histórica y contextual

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