Des/venturas de la frontera. Menara Guizardi

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Des/venturas de la frontera - Menara Guizardi

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Este lenguaje, afirma, impide que la obra se pueda apreciar en sus articulaciones teóricas más interesantes. Para dar una muestra de lo anterior, Mills sintetiza fidedignamente las casi 500 páginas de Parsons en cuatro párrafos. Usa entonces este ejemplo para apuntar que la separación falaz entre teoría y experiencia (“observación”, en sus palabras) contribuye a vaciar de sentido la práctica científica, alejando a los cientistas de los problemas de la gente de “carne y hueso”, separándolos de esta misma gente y dotando los escritos pretendidamente “teóricos”, como el de Parsons, de una notoria irrealidad. De una distancia insalvable con relación a los contextos y a la historia.

      Retomamos este debate porque estamos radicalmente de acuerdo con la reflexión de Mills. Como explicitamos en la introducción, el presente libro toma vida a partir de las historias de vida de “mujeres de carne y hueso” como Rafaela y, por lo mismo, ninguna reflexión teórica en las páginas de esta obra puede ser comprendida como desvinculada de estas biografías o de las experiencias etnográficas que vivimos mientras desarrollamos la investigación. De ahí nuestra inclinación hacia enfoques etnográficos y metodológicos en los cuales teoría y experiencia se articulan dialécticamente en cuanto praxis. Por esto, también, nuestras aportaciones teóricas más importantes irán apareciendo en cada capítulo de la mano de la etnografía. Al mismo tiempo, a partir de las críticas y avisos de Mills, nos preocupa la construcción de debates teóricos inaccesibles, debido al lenguaje empleado para subsumirlos; hemos evitado incurrir en estos usos lingüísticos excesivamente tecnicistas a lo largo de todo el libro (aunque tenemos duda de haberlo logrado con éxito en ciertos pasajes).

      A esta altura, lectoras y lectores se habrán dado cuenta de un atisbo de contradicción en nuestro argumento. Si la teoría y la etnografía se entienden como dialécticamente vinculadas en este libro, ¿por qué entonces dedicar este segundo capítulo entero a debates teóricos, como si estos existieran por sí solos? La pregunta puede llevarnos a complejos senderos epistemológicos, pero nos decantamos por ofrecer una respuesta de fácil acceso al dilema: presentamos un capítulo de síntesis sobre debates teóricos porque estos son imprescindibles como punto de partida en nuestra investigación. Enfatizamos esta idea de “punto de partida” porque varios de estos debates serán complementados y rearticulados a lo largo del libro. Uno no puede pretender tumbar al suelo una casa que aún no se edificó. O, parafraseando una vez más a Mills (1989: 39), no se puede desvestir a un emperador que ya está desnudo. Por ello, nos surge la necesidad de situar al lector en estos horizontes teóricos a los que retomaremos en diversos momentos de la obra. Es más, la revisión del estado del arte de los debates teóricos sobre migración, identidades, fronteras y género que abordaremos en este capítulo constituyó, junto con las otras dos revisiones que detallamos en el Capítulo I, los pasos previos que orientaron la formulación de nuestra propuesta de investigación.

      Debido a lo anterior, la manera como planteamos los ejes y perspectivas de investigación se interpela fuertemente por el campo de estudio sobre las movilidades humanas que, desde la globalización, ha despertado el interés de investigadores vinculados a las más diversas disciplinas. Todo nuestro trabajo dialoga con los conflictos y divergencias entre dos corrientes de este campo: la perspectiva transnacional de las migraciones y los argumentos provenientes de los estudios de los flujos de personas, conocimiento y mercancías en territorios transfronterizos. Puesto que situarnos y situar a quienes lean este texto es una más de las obsesiones de los autores, no podríamos dejar de ofrecer, entonces, una “cartografía” de cómo nos localizamos con relación a estas disputas, especialmente si consideramos que este conflicto argumental constituye un aspecto transversal de la obra: se notará en varios de los capítulos, influenciando nuestra tomada de posición.

      Como quedará claro a lo largo del libro, los datos arrojados por nuestra experiencia investigativa nos llevaron a confrontarnos de forma particular con la perspectiva transnacional de las migraciones, enfoque que ha devenido hegemónico en la explicación de la experiencia migrante en el mundo globalizado. Si bien nos apoyamos en esta perspectiva, cuyos ejes teóricos sirvieron como orientación para explicar muchos de los fenómenos que observábamos en campo, en la frontera tacno-ariqueña encontramos particulares formas de vida –y, sobre todo, unas formas específicas de constituir la experiencia migrante femenina– que desafiaban los postulados “más clásicos” del transnacionalismo migrante.

      En gran medida, esta disonancia teórica se vincula a razones de orden empírico. Responde al hecho de que la vida en las fronteras presenta formas y dinámicas diferentes de aquellas que experimentan los migrantes transnacionales provenientes del sur del mundo emigrados a las grandes ciudades del norte global, situadas a distancias considerables de las zonas fronterizas. Precisamente, fue la experiencia de estos migrantes en las grandes ciudades –sus vidas familiares, inserción económica, redes societarias, actividades políticas y prácticas culturales– lo que inspiró la construcción del concepto de transnacionalismo migratorio. Esta diferencia de orden empírico explica por qué los debates teóricos antropológicos sobre las fronteras se acercan a ciertos aspectos de la perspectiva transnacional, pero trayendo a la luz algunas de sus contradicciones argumentales y epistemológicas (Garduño, 2003). Por lo general, se viene hablando de los sujetos, comunidades y familias que circulan y viven en las zonas de frontera como “transfronterizos” y no “transnacionales”. Se reconoce con esta diferenciación que la vida fronteriza constituye los campos sociales entre países de una forma particularmente diferente a la que se observa con la articulación de las redes migrantes de larga distancia.

      El presente capítulo se dedica a este debate. En el segundo apartado, ofrecemos una síntesis sobre las discusiones más estructurantes de la perspectiva transnacional de las migraciones, situando las categorías analíticas que pondremos en cuestión y a las que contrastaremos a lo largo del libro. Esto nos permitirá reflexionar, ya en el tercer apartado, sobre el concepto de identidades en contextos transnacionales y globalizados. En cuarto lugar, discutiremos la forma como el concepto de frontera se viene abordando desde los años 90 en la antropología, delimitando puntos de tensión que este plantea a la perspectiva transnacional. Finalmente, abordaremos los principales ejes de discusión en torno a la relación entre migración y género en las ciencias sociales desde la globalización.

      A esta altura –tras casi treinta años del inicio de los debates sobre el transnacionalismo en los estudios de la migración, y frente a un proceso de renacionalización de las fronteras que destituye a la globalización como modelo hegemónico–, puede parecer excesivo insistir en ofrecer aclaraciones sobre cómo el concepto de migraciones transnacionales se viene aplicando en las ciencias sociales. Pero entendemos que el ejercicio de situar la categoría es necesario para la discusión que proponemos, en tanto buscamos indagar sobre su operacionalización específica en estudios de caso que refieren a mujeres migrantes que se desplazan en territorios fronterizos. Esto nos permitirá establecer los ejes de teorización a partir de los cuales llevamos a cabo nuestro trabajo de campo, y también nuestras reflexiones críticas sobre las fronteras en el siglo XXI. En este sentido, en un necesario gesto de sinceridad intelectual, partimos por evidenciar que la definición del transnacionalismo como fenómeno, y de las metodologías para trabajarlo, no constituyen un consenso académico (Besserer, 2004: 6; Bryceson y Vuorela, 2002: 11; Moctezuma, 2008: 30).

      Según Glick-Schiller et al. (1992) –autoras a quienes podríamos atribuir haber reinventado el término, traspasándolo de la economía a los estudios migratorios (Gonzálvez, 2007: 11)–, los migrantes pasaron a experimentar, desde fines del siglo XX, contextos de globalización caracterizados por una revolución tecnológica de transportes y comunicaciones que abarató el coste de los viajes y posibilitó establecer contacto a tiempo real entre localidades distantes (Castells, 2007). Estos cambios posibilitaron que sujetos y colectividades constituyeran sus experiencias migratorias según patrones innovadores, repletos de vinculaciones imprevisibles, estableciendo, aumentando y densificando relaciones (familiares, económicas, sociales, organizacionales, religiosas) de manera binacional o multinacional; tomando decisiones y medidas, constituyendo su acción y afectos, y viviendo intereses que provocan una

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